En los años 60, se editó en Bolivia el vals “Iquique” cuyo autor es Gilberto Rojas (1916-1983), interpretado por Luis Gutiérrez. La portada del disco 45 rpm, trae una pintura de la Plaza Prat. Es un lugar frondoso, un pulmón verde en una ciudad con vocación de izar banderas negras y que tenía veredas de maderas, y uno que otro camión con ruedas de fierro forrados en gomas. En www.iquiquechumbeque.cl, está la carátula de esa pieza musical. Al ver de nuevo ese dibujo, no se puede evitar comparar con lo que queda de la actual plaza. Tal vez el puro nombre. Y eso.
Sin embargo, lo que más me llama la atención, es que la Avenida Balmaceda esa misma que inspiró al orureño Gilberto Rojas, cuando de la mano de su sobrina caminaba por ese parque -el único que se ha terminado- tarareando nuestro segundo himno nacional, haya cambiado de nombre. Así de la noche a la mañana, y sin decir, “agua va”, nos enteramos que el prócer del 1879 desplazó al Presidente que quiso nacionalizar las salitreras y que al igual, que Allende se suicidara.
La referencia del vals que habla de lugares como el espigón y la Avenida Balmaceda señorial, parece ya no tener asidero en este Iquique con complejo de mayami, que a nivel de ciertas autoridades parecen estar peleados con nuestra historia. De otro modo no se explica el estado actual del ex-estadio, cuna de campeones.
En los años 60, se le hizo una manifestación a este gran compositor, creo y si alguien me corrige, fue en la Plaza Condell. El vals a Iquique era una ofrenda que un afuerino, igual como lo fue Santiago Polanco Nuño, le obsequiaba a esta ciudad de noches largas e imborrables: “la Avenida Balmaceda señorial , en la vida nada hay que mortifique, el recuerdo de tu cielo angelical”.
No en vano, el puerto les había abierto el corazón de par en par: “¡Oh ciudad hospitalaria no desmayes en tu noble y cotidiano palpitar! …”. Es el Iquique iluminado por el sol de marinos, y es también, flor de pasión. Es la tierra que el boliviano percibe como tierra divina, la que se lleva dentro del corazón.
Duele por eso y por muchas otras cosas más, que entre cuatro paredes, se decida cambiarle el nombre a una Avenida tan típica como la Balmaceda. Creíamos que re-bautizar las calles era un defecto de otros gobiernos, pero caemos en cuenta que los viejos hábitos (es mentira 20 años son muchos) siguen arraigados. La propuesta de un toque de queda, es sintomático de que algo pasa en lo que queda de alma de esta ciudad, que según dicen, y eso es absolutamente cierto, es para querer, tal como la quiso don Gilberto y don Santiago.
Publicado en La Estrella de Iquique, en abril del 2002