Santiago Polanco Nuño

 

La gente de la parte baja de Iquique no sabe, no se imagina como viven sus compatriotas de las poblaciones en el extremo oriente de la ciudad, en casuchas fabricadas sin comodidad alguna y amontonados a veces de a cinco o seis en una sola pieza. En la “Caupolicán”  viven cerca de cuatro mil personas y los hombres de cada familia quedaron cesantes cuando paralizaron las oficinas salitreras. Afortunadamente el actual auge industrial de Iquique absorbió el trabajo de casi todos y tienen por lo menos para comer ellos y sus familias.

Visitamos hace poco la extensa población, invitados especialmente por la directiva del Comité de Bienestar Social, que preside el dinámico e incansable Osvaldo Hidalgo Pizarro. Cientos de niños juegan en las tierras de cada cuadra, porque ahí no hay más que tierra en las calles sin veredas. Afortunadamente consiguieron agua potable y alumbrado y si le pusieron el nombre de Genaro Gallo a una calle fue en agradecimiento a un ex Alcalde iquiqueño Francisco Gallo Chinchilla, que mucho los ayudó en sus necesidades mínimas y que los pobladores recuerdan siempre con cariño.

No tienen título de dominio de las casas que actualmente ocupan y están luchando denodadamente por obtenerlos, lo que de seguro conseguirán muy pronto. Pero, lo que más les interesa, es la construcción de una escuela para la inmensa población infantil del sector, que ahora no tiene donde acudir a clases, salvo la Escuela Gabriela Mistral, que está muy lejos y cuya capacidad muy limitada los deja totalmente al margen de la enseñanza. Hablamos con un grupo grande de niños y nos encontramos que más o menos la mitad de ellos no habían asistido a clases el año pasado, por no tener dónde ir.

Por suerte en esta noble tarea de levantar una escuela para la población misma han encontrado ellos muchas manos amigas, muchos corazones nobles, muchas voluntades patriotas que han comprendido la trascendencia que tiene el hecho de no poner obstáculos a la enseñanza mínima de tanto niño que necesita aprender a leer y escribir, para poder mirar su futuro con la frente en alto, sin miedo, sin sentirse derrotado de antemano.

Así las coas, la CORFO prometió cooperar con 990 escudos para cemento y varillas de fierro, lo cual confirmamos ayer con Juan Enrique Cannobio, a quien tanto debe Iquique y la provincia toda. La Empresa Chile Norte, la Asociación de Industriales Panaderos, los Señores Guillermo Troncoso, Manuel Oyarzo, Luis Jaspard, Armando Galté, Luis Miranda, Juan Tomás Matus y muchos más han cooperado anónimamente en esta labor, demostrando un valioso espíritu de solidaridad con sus semejantes, que nos hacemos un deber destacarlo.

El Regimiento “Dolores”, que comanda Ernesto Guiraldes Massabó, confeccionó las bloquetas y va disponer de personal a las órdenes del Capitán Manuel Palacios para que levanten la obra gruesa.  El Club de Leones de Iquique supervigilará la obra y coordinará las ayudas que puedan seguir otorgando la ciudad. Estas ayudas se refieren a cemento, madera, calaminas usadas, gravilla, arena, etc., y deben ser entregadas al Comité de Bienestar Social de la población.

El terreno de 30 metros por 80 es bastante amplio y su ubicación muy hermosa, en Manuel Rodríguez con 11 Oriente. El plano que gratuitamente diseño el constructor civil Juan Tomás Matus Martínez, quien también coopera en la dirección de la construcción, es completo y consulta todo lo necesario. Sólo falta que la ayuda camine, que las personas que lean estas líneas examinen un instante sus conciencias y vean cómo va cada uno a cooperar para que estos niños de la “Caupolican” no se queden sin la herramienta mínima para hacer frente a la lucha por la vida.

¿Le hacemos un valiente empeño, amigo lector?

 

Trancripción de Aníbal Valenzuela

 

Tomado de El Tarapacá, 15 de febrero de 1963, página 3