Los más antiguos bailes de la fiesta de La Tirana, no todos por cierto, usan plumas en sus trajes o penachos. Pienso en el baile Chuncho, quizás el más antiguo en tanto simboliza a los habitantes del gran mundo andino. Las cuyacas tan antiguos como el baile recién nombrado, junto a los tobas y otros, reproducen en sus trajes y mudanzas la economía agropastoril en la que vivían.  A ellos se le suman los morenos.

Esos bailes fueron hasta los años 30 del siglo pasado, la representación más fiel de lo local. La Tirana fue y lo sigue siendo, un culto local. Los cantos y los emblemas de los grupos de danzantes siguen teniendo a su territorio como su ancla. Bailes de María Elena o de Pedro de Valdivia, de Alianza o de Victoria, del Morro, de Cavancha o del Colorado así lo expresan.

En la década de los años 40 e incluso un poco antes, aparecen los bailes de indios norteamericanos, de gitanos, cosacos, hindúes, etc. La gran industria del cine es la propagadora de este imaginario, que hombres y mujeres adaptan para expresar su devoción a la China. En la década de los 50, ingresan las diabladas. Y su crecimiento y difusión no parece detenerse. Conversamos con Tito Rodríguez, el «Manicero» acerca de este fenómeno, el de las diabladas, que parece resumir muy bien, aunque no del todo, el espíritu de esta fiesta que tiene una salud envidiable. Ya en los años 80, acontece el fenómeno de los bailes sambos caporales, que viene a disputarle a las diabladas el atractivo que el Goyo y don Tito imaginaron. Otros como los Tinku, por ejemplo, se inscriben en el mismo proceso ya señalado.

La Tirana sigue siendo un complejo ritual que no se deja, menos mal, etiquetar en cómodos clisé. Desafía a la mirada ilustrada y folklorica,  y lo hace también con cierta teología impuesta desde Roma. El cuerpo que danza y canta sigue siendo el instrumento que diáloga con la virgen. Un cuerpo que en el Norte Grande, tiene muchas inscripciones: deportivas, nacionalistas y sobre todo, religiosas populares.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 20 de julio de 2014, página 25