No hay fiesta sin bombo. El ancho y generoso corazón de La Tirana late con cerca de quinientos bombos que claman por la vida, descartando esa frase falsa que afirma que en el desierto no hay nada. El bombo es el que marca los pasos, señala la partida, anuncia el fin, despierta al pueblo. Los que tocan el bombo tienen ampollas en los dedos de sus manos. Cubren sus dedos con cintas de color negro, huincha aisladora, le decimos. Pero el bombo sirve también para decir quienes somos, de donde venimos. Y en cada baile hay uno o mas bombos que actúan como marcadores de un territorio que la tradición les ha otorgado. El bombo es el más pesado de los instrumentos, es vital. Sin él, no hay fiesta. Los bomberos, los que tocan el bombo, son inmensos, serios, pero en fondo son unos niños que vienen a ver a su Madre, a la China.
Iquique, 15 de julio de 2018.