El pueblo de La Tirana se ha quedado con un hombre menos. No era un hombre cualquiera como los hay muchos y que son necesarios. Andrés Farías, se construyó un perfil y un fondo, en base a la relación que estableció entre el pueblo, su figura y la devoción a la virgen del Carmen.
Tuvo el privilegio de vivir además en pleno centro de ese pueblo que cada 16 de julio se convierte en un mar de gente. La esquina que ocupó su familia y que luego las llamas consumieron, nos remitían a un lugar estratégico, en la que se convivían un almacén, un hotel y un museo.
Ignoro quien le puso el apodo de cacique. Pero no era nada raro que así se le bautizara. El norte grande, gracias a los bailes de La Tirana, como el Chino, a los jefes de los ayllus, y a los populismos, ha venido insertando esa palabra en el vocabulario de todos los días. Las personalidades con rasgos fuertes son a menudos tildados de caciques, desde Alessandri Palma hasta Soria Quiroga, pasando por otros que no alcanzaron tanta figuración, nos recuerdan ese concepto.
En muchos aspectos, su nombre estaba ligado al pueblo de La Tirana. Cada vez que el pueblo reclamaba por sus justas aspiraciones la figura del cacique se nos aparecía.
La estampa de Andrés Farías hay que contextualizarla en esa sociedad, la tarapaqueña en este caso, en la que la política era vista y actuada, como el modo más digno para conseguir el bienestar común. Podemos haber estado de acuerdo o en desacuerdo con sus ideas, pero en su accionar, nos damos cuenta de la existencia de una praxis, en que la ética y la política, son parte de un mismo todo. Sin duda un producto de una forma de hacer política que ya no existe. Y como él hay muchos más, que se alinearon en la derecha, el centro o en la izquierda. Y que compartieron el horizonte de la lucha por los intereses comunes.
El cacique fue uno de los pocos que cuestionó el centralismo regional cuya capital era Iquique. La lucha que tuvo por La Tirana, es la misma que tenemos nosotros por Iquique y que nos lleva a cuestionar a Santiago. Su lucha, y las de los demás, por mejorar su pueblo así lo dice. Agua potable, alcantarillado, luz eléctrica eran temas presentes en su agenda diaria.
El ingenioso que inventó el dicho “quien ayuda a María ayuda a Farías”, no sólo hizo rimar a la madre de Cristo con el apellido de este hombre tosco y curtido por el más implacable clima del desierto, sino que también lo convirtió en una especie de clave para entender a este pequeño pueblo de corazón grande. Este dicho puede ser también leído al revés: “quien ayuda a Farías, ayuda a María”, lo que no sería muy teológicamente correcto. Con la muerte de Farías se nos va una generación de auténticos luchadores regionales como lo fueron tantos y tantas que la memoria, más por pereza que por otra cosa, no recuerda.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 12 de abril de 2009.