La infancia de antes de la Zofri, estaba poblada por una diversidad de juegos. Todos ellos se ejecutaban en la calle y en forma colectiva. Era el modo en que los niños se apropiaban de lo que hoy se llama el espacio público. Entonces las calles eran usadas por las carretas, los coches “Victoria”, las bicicletas, los camiones como “El 7 machos”, los automóviles como el del Dr. Moya y del Dr. Avalos, y un ordenado gremio de taxistas, que mucho se echa de menos.
Uno de esos juegos, era el de las calas. Definamos. Se le llamab así, a las tapas de la bebidas de fantasía y de cerveza, que servían para, entre otras cosas, jugar al fútbol. Sobre una rectángulo y eran impulsadas por los jugadores. Se recortaban las imágenes de la revista Estadio, de la contraportada, y se forraban con papel celofán, según el color del equipo. El otro era una mezcla entre el trompo y las calas.
Las calas se aplastaban y se desplazaban con la punta de trompo. Había que tener la habilidad de alzar el trompo en la palma de la mano y luego, arrodillado, impulsar la cala lo más lejos posible. En la Plaza Arica, se llegaba, a veces, hasta la calle Juan Martínez. Destreza, prolijidad y agilidad eran los componentes básicos de este juego de pantalones cortos. Los competidores eran animados por sus amigos.
Las calas, eran suministradas por las decnas de botillerías y fuentes de Soda del sector. Uno de ellos se llamaba “Río de Janeiro”. El juego se detenía al paso de algún vehículo. Lo triste era cuando un caballo, sin mediar pudor alguno, evacuaba cerca del lugar del evento.
La geografía de los juegos populares era la calle y se realizaba en base al ingenio. Todo servía para acortar las largas tardes de otoño e invierno. Pensar en jugar a las calas hoy en día es prácticamente imposible. Habría que hablar con los “cabros” del barrio para que afilen la punta del trompo, consigan las calas (no se donde) y paren el tráfico de esta congestionada ciudad.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de abril de 2012, página 17