¿Qué familia instaló en Iquique, por primera vez un cálefont? Pregunta que debe tener muchas respuestas. Pero eso no es lo importante. Importa lo que significó en la vida cotidiana. Antes todos nos bañamos con agua que venía por cañerías del desierto. Otros, sobre todo en verano, luego de la playa, con tarros llenos de agua dulce logramos expulsar la sal que se traía adherida luego de esos largos baños en la playa de el Colorado. Más que ducha eran tarrazos. Era el paso del agua helada a la tibia o caliente. Algo así como de lo crudo a lo cocido. La gente le decía califont.
Pero no era cuestión de ir y comprar uno. El ingenio de los trabajadores, de maestros y de los ferroviarios hicieron posible que muchas casas contaran con ese artefacto. Una economía basada en el ingenio. Nada se daba por perdido. A veces bastaba una bacinica y un vaso de ron y el agua helada, lograba entibiarse. Un enjambre de cañería de bronces y una que otra llave de paso hacían el resto. Era una especie de realismo mágico en la que ese objeto llamado bacinica y el ron traía el calor en esas tardes que el otoño no era ni la sombra de lo que hoy es.
Luego se masificó y aparecieron los maestros especializados. Fontaneros, pero todos le dicen gasfiter. Muchos de ellos portaban sus instrumentos en bolsos de mezclillas y arriba de su bicicleta cruzaban la ciudad en búsqueda de clientes. Los buenos maestros se han fidelizado con las familias. Se les llama y llegan y mejor aún hacen su trabajo en buena forma. Son primos hermanos de jardineros y soldadores.
En tiempos de patrimonio, no es mala idea de exhibir parte de ellos. Tal vez fotografías. Los jóvenes de hoy nacieron con ellos ya integrados a su vida.
Se han ganado de sobra el título de Maestros. Pero tienen una buena cuota de humor. En una casa se leía un gran letrero en el que leía:”Se instalan calefont. a domicilio”.