Pronunciábamos palabras que no se encontraban en el diccionario impreso. La RAE no se enteró nunca que existían. Vivían al margen de tan imprentado como voluminoso libro. Palabras de origen nativo y de usos populares, transmitidos en las faenas ferroviarias, hogareñas, salitreras o pesqueras. Una de ellas, de las tantas, era calilla.
Estar encalillados era una tragedia, vivir encalillados no era una buena idea. Algunos negocios sobre todo del barrio lucían el cartel: “Hoy no se fía, mañana si”. Un juego con el tiempo. Nunca llegaba ese día. Había, eso si, una red de tiendas que facilitaba el encalillamiento. Vender al fiado, era ya un negocio, pero nunca tan salvaje como el de ahora. Un sistema de libretas para el almacén de la esquina, otra para el de la carnicería. Y la palabra empeñada sin necesidad de notario daba muestra del compromiso de pagar. Nunca faltaban los que hacían caso omiso del trato y por lo mismo, se cernía sobre ellos, cierto aire de sospecha. Una botillería en Los Molles, exhibía los carnet de identidad de los deudores. Una especie de ejecución en la plaza pública.
Semanero se le llamaba a quién a bordo de una motoneta, vespas rojas conducidas por René, Carlos y Lalo, de una bicicleta o bien a pie, recorría la ciudad, cobrando las deudas. O bien las cuotas del club deportivo o de la sociedad mutualista. Escuchar el ruido del motor de la moto, alertaba a los perros. Algunas puertas se cerraban y se apagaba la radio. Pero el cobrador también tenía sus trucos para sorprender al deudor. La libreta del despacho de la esquina, era un monumento a la confianza. Se compraba al lápiz. Muchos de los candidatos, electos hoy, estarán encalillados con sus promesas. Se les recordará cada cuatro años.
Los créditos en Iquique se masificaron a través de las radios-emisoras. Muchos tienen grabado el aviso “Comercial Limarí, un crédito para ti”. El ingenio y la rima al servicio de la economía.
Publicado en La Estrella de Iquique el 21 de noviembre de 2021, página 11
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