Por fin pudimos presentar nuestro libro en el living del barrio plaza Arica. La tradicional plaza que antes se llamó Gibraltar recibió, como siempre, a nuestros invitados. Amigos y amigas que se dan mañas y le quitan el tiempo al tiempo,  ese que escasea, vaya uno a saber por qué (A mi, a veces, me sobra, pero que no se entere el Rector). La banda de músicos, todos jóvenes y del barrio San Carlos, bajo la batuta de Alvaro (mi sobrino), nos emocionaron con el himno a Iquique (me di el lujo de cantarlo al lado de Fidel Dávila). En las sillas de las autoridades, mi madre, mi tía Yiya y doña Ruth, la presidenta de la Junta de Vecinos (se le gradece el apoyo).

Lo demás, gracias a la buena de Marisol Salgado salió como me dijo otra amiga, al tic-tac. Es que hay que reconocer: llevamos años de circo. Mis buenos amigos y amigas leyeron parte de mis textos, y en algún momento sentí, que esas frases se me escapaban de las manos. Nos pertenecen a todos  y sobre todo a este barrio tan sonoro y tan vital, tan del día como de la noche.

Abandonamos el living del barrio y nos fuimos a la sede La Cruz. Una copa de vino e inaguramos el archivo de imágenes de este club que en 9 años más llega al Centenario (ahí dejo la presidencia, hubo silbatina, parece que de apoyo, eso quiero creer). La memoria archivada de un deporte tan hermoso pero descuidado como el básquetbol. Las paredes de nuestra sede habla de un pasado glorioso. Las fotos de los hermanos Silva y del Indio Ledesma, nos remiten a lo mejor de este deporte. Pero de la plaza a la sede, nos vinimos con cuática. Nos tomamos la calle (que esperen los automóviles) y bailando pasamos por la casa de Edgardo y luego a la esquina amarilla y negro. Ver a los cabros del barrio cada vez más jóvenes, sacarnos fotos y saber que nos une algo más profundo que todas las sangres. No se que será, pero  nos queremos sin decirnos nada. Marcamos un triple a la historia.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 23 de noviembre de 2014, página 25.Portada---Bolsas