La trama de la novela “Camanchaca” de Diego Zuñiga (1978) nos sitúa en la actualidad de Iquique. No es una novela sobre la ciudad, pero su acción transcurre en buena parte, en sus calles y en su atmósfera. Un relato con ritmo de viaje que nos lleva de Santiago a Iquique y a Tacna. A esta ciudad peruana se va a “arreglarse los dientes”, Algo muy tradicional de nosotros los nortinos, ocupar esa ciudad para diversos fines.
Diego Zuñiga, ubica su novela en el Iquique de los años 90. Como joven que es, se hace cargo de contar la historia que le llega a trazos de los años anteriores. Lo interesante es que dibuja un panorama de la ciudad actual y de uno de sus barrios, el Morro. Al igual que Carlos León en “Todavía”, nos habla de este tradicional territorio. Pero a diferencia de León que se vale de la nostalgia para reconstruir lo que fue ese sector, pinta esa nueva realidad, la morrina e iquiqueña, al ritmo de una urbe enfrascada en la Zona Franca, en las referencias a los juegos del play station, en la violencia de pandillas de la que el personaje principal es víctima, en el consumo de drogas, etc. Una retrato, a veces violento de una ciudad que lucha por convivir entre la tradición y la modernidad. León, pinta un barrio integrado y casi armónico, con techos para la diversión, Zuñiga, se hace cargo de indicarnos la desertificación de este barrio patrimonial. Y que además se nos aparece como extraño. La intensa vida social y cultural parece ser cosa del pasado. Su club deportivo y su carnaval nos recuerdan su vigencia. León retrata una familia de bien, Zuñiga a una desgastada por un sin fin de temas que no se hablan, entre ellos, la muerte del tío Neno. Edificios de departamentos, panadería “Castillo” nos hablan de un lugar cada vez menos amable. Los pungas, por aquí y por allá. Los Testigos de Jehová predicando de casa en casa
Una geografía urbana producto de una historia, la del golpe de Estado, que dejó a ese barrio sin sus mejores hombres: Freddy Taberna, Luis Lizardi entre tantos otros. Si bien es cierto una calle lleva el nombre del barbudo, es bastante probable que la gente de la ciudad no sepa quien fue y menos aún las razones porque su cadáver aún no aparece. El relato es minimalista, a veces, y ahí radica su gracia, y explica su efectividad. Una novela llena de puntos seguidos como el viaje de Iquique a Humberstone, lleno de cruces y de animitas.
Desde el cuento “Cavancha” de Eduardo Barrios que tal palabra no aparecía de un modo central en la narrativa chilena. Si en Zuñiga el viaje es un motivo central, Barrios cuando hace hablar a un personaje dice: “-¡Quién sabe! El pampino va y viene, va y viene…”.
Para Zuñiga, la camanchaca parece cubrir no sólo la historia de la familia que retrata, sino que también al tejido urbano. Envuelve el paisaje natural y los complejos paisajes del alma. La neblina que humedece y enfría, pero que no nos deja ver, cuando es tupida, a más de medio metro de distancia. Zuñiga es iquiqueño.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 31 de octubre de 2010, página A-9