Cuando Iquique no era ancho y menos ajeno,  septiembre aparte de vestirse del tricolor, en cada plaza o canchas de las muchas que habían se elevaban volantines. Tras de ellos pequeños innovadores que con la gracia de un artesano y la belleza de un poeta, construían piezas dispuestos a volar por esos cielos limpios carentes de torres para la telefonía móvil o de esas otras donde la gente trata de vivir como puede. Se llaman guetos verticales. Elevar esos hermosos artefactos, era desafiar la soberanía de jotes, gaviotas, gorriones o palomas. Era además un arte de querer tocar el cielo. Pero había una jerarquía. Los humildes con hojas de diario como El Tarapacá o El Siglo confeccionaban las famosas cambuchas. Eran de vuelo rasante. Carecían de cola y el hilo para que volara era de esos que mi madre modista almacenaba en esos pequeños cajones de la máquina de coser.

 Los volantines se tomaban el cielo por asalto. Y no faltaba aquel que trataba de echar abajo al otro.

Las tardes del 18 se ejecutaban juegos populares como correr ensacados, o bien con una cuchara y un huevo haciendo maromas. Tirar la cuerda entre dos bandos. Era por cierto una ciudad románticamente ingenua. No teníamos prisa y el barrio era nuestra comunidad de apoyo emocional.

 De la noche a la mañana aparecieron los volantines de plásticos. Y los de caña y papel empezaron a desaparecer. No había arte y menos magia. Los juegos populares ya  no reunían al barrio. Los Flipper ya empiezan a aparecer como una gran novedad  tecnológica. Pero había que estar encerrados. Los jugadores del taca-taca ya no se presentan en cancha.

 Hoy con los famosos celulares, inteligente le llaman, tal vez se elevan volantines en Tik-Tok.  Si antes observamos el cielo como campo de disputa de los volantineros, hoy miramos hacia abajo, hacia esa pantalla. La humilde cambucha, el volantín de los pobres se fue como muchas otras a las pailas. El tema que preocupa es que la infancia de hoy, huérfana de kechi, de trompos, también se nos vaya, si es que no se ha ido,  a la paila.

 Publicado en La Estrella de Iquique el 15 de septiembre de 2024