Me quedé con esa costumbre de ponerme la camisa nueva el día domingo. Día de estreno. A falta de fútbol una película mexicana en el Nacional o en el Coliseo.

Día de fiesta, de comida especial, de sentir a mi padre todo el día en casa, escuchando el partido de Iquique, o del Colo Colo, de ver a la gente caminar rumbo al cementerio 1.  Mañana de tangos como “Caminito”, mañana de sol. Día de fiesta como se decía antes, salir con pinta dominguera. Hermoso ese día, que se viene a la memoria como de tardes de fútbol y mañana de basquetbol por las canchas de asfalto y con aros tumbados y calatos, o sea, sin redes como lo bautizó Daimón Sánchez, cuyo padre era amigo del mío. Celso se llamaba ese viejo futbolista.

Ayer lunes, me compré una camisa.  Ahí está, esperando el dichoso día aquel. Día Domingo como el italiano de la esquina del barrio.

Pero ya no está mi padre.  Y la radio ya no transmite partidos de esos, de aquellos.  Colo-Colo de Arica a Magallanes formaba con jugadores locales, hasta que llegó Walter Jiménez, apodado el Mandrake, argentino.

Me queda el olor de ese día, tango y milonga, y el olor a  empanadas de mariscos hechas por mi madre. Mi padre guardaba dos para el desayuno en el ferrocarril junto a Cabezas. Su compadre. Olor a tinta fresca del diario El Tarapacá. Cuyas fotografías eran de Ronald Pizarro y abajo como “pata de mono”: en el grabado se puede apreciar.. Y no veía nada. Hubo un tiempo que a ese periódico se le decía “el manchón”. Pero tenía cronistas lúcidos y suculentos. Uno de ellos Osvaldo Guerra, Hernán Cortés, y  en la prensa mágica don Oscar Ahumada, vecino de patio.

Fiesta, días de fiestas. Me la pondré el domingo.

En una de esas, mi padre vuelve y me despierta con un beso en las mejillas con su olor a rieles, a carbón de trenes…  Pero ya no está mi padre.

Publicado en La Estrella de Iquique el 21 de junio 2024