La extensa y brillante historia deportiva de Iquique, sintetizada en la expresión “Tierra de Campeones”, se desarrolló en los primeros sesenta años del siglo pasado. Tuvo su máxima expresión en los boxeadores Estanislao Loayza y Arturo Godoy. Ambos, en Nueva York, disputaron el cetro mundial de box en las categorías liviano y pesado. El primero en 1925 y el segundo en dos oportunidades en 1940. Otros como Carlos Rendich, Humberto Loayza y muchos más, siguieron el camino trazado por el hombre de El Matadero y el de Caleta Buena. El último gran boxeador fue Eduardo “Maravilla” Prieto. En la pesca y caza submarina, Raúl Choque nos consagra campeones del mundo, el año 1971. En el fútbol, los campeonatos nacionales fueron también numerosos. “Deportes Iquique” en 1980, en el profesionalismo se corona campeón de Chile, al vencer en Santiago, a Colocolo. Historia parecida se registra en el básquetbol, la natación, el béisbol, la bocha, el atletismo. En la actualidad el tiro con arco, el judo y el box, siguen teniendo connotación nacional. Ariel, don Ariel Standen sigue alzando el pecho para que le pongan medallas.
Toda esta actividad se realizó bajo el marco de un modelo deportivo amateur; modelo que contenía no sólo un modo de jugar, sino que también una moral. Este modelo permitió el desarrollo de una gran actividad no sólo en la pampa, sino que también el puerto. Su sustento organizacional radicaba en los barrios, y sobre todo, en los clubes deportivos. Decenas de canchas, se distribuían por el plano urbano. Sin embargo, hay que acotar algo más. Detrás de cada cancha había un club, una organización que sustentaba la práctica deportiva. Era tal la actividad que la relación entre recintos deportivos y población era, en los años 50, por ejemplo, superior a la que se observa en la actualidad. Además, no se conocía, lo que se llama una disciplina científica deportiva, como la que ahora existe, que permite racionalizar, planificar y controlar la actividad física. No habían técnicos ni menos aún organizaciones estatales para el apoyo del deporte. Era la sociedad civil, expresada en los barrios, la que mantenía el deporte.
Pero existía un capital deportivo que se sustentaba en lo valórico. Una ética amateur expresada en el frase “amor a la camiseta”, la que permite entender, al menos parcialmente, el porqué de la fama iquiqueña en el deporte. De hecho un elemento sicológico clave para entender lo anterior es la llamada “garra iquiqueña”. El deporte entonces tenía identidad. La “celeste” era el orgullo que había que vestir y defender.
Hoy existe la tecnología deportiva; hay saberes médicos que permiten controlar y sacarle el máximo provecho al cuerpo. Pero falta lo que antes nos sobraba: capital ético. El Tani y Arturo Godoy siguen siendo los ejemplos. La celeste la utopía que hay que volver a encumbrar.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 26 de octubre de 2003