Los que afirman que Caruso nunca estuvo en Iquique mienten. Enrico Caruso llegó de incógnito al Puerto Mayor. Desembarcó una noche del 13 de julio de 1910. Venía en el velero Phoenix,  procedente de un desconocido puerto del sur de Brasil.

Caruso conocía la fama de Iquique. En su periplo por Brasil, escuchó a un inglés explayarse acerca  de las riquezas del salitre. Es más John Stevens -así se llamaba el súbdito inglés- le contó de  como sus familiares en los días de ocio, se daban por entero a escuchar opera. Y no cualquiera, sino aquella cantada por el mismísimo Enrico Caruso.

Es más, se cuenta, que fanáticos de Enrico, a todo pulmón de esquina a esquina, entre Baquedano, Bulnes y Orella, cantaban sus mejores  arias. El pueblo llano, por supuesto, nunca supo valorar esas expresiones:

-Cállate, gringo tal por cual-  dicen que le gritaban.

Caruso, era sin embargo, amigo del pueblo llano. De allí que no tardó en amistarse con un chino que descansaba en el puerto, echando de menos el sol oriental.  Sus peregrinar por las calles y bares de Iquique lo hizo famoso. Del barrio El Colorado lo invitaban no sólo a cantar, sino que también a comer sandwich de albacora y uno que otro pejerrey que doña Froilana traía del muelle. Allí, en ese épico barrio, Caruso se enteró de las miles de aventuras a bordo de frágiles embarcaciones rumbo a alta mar, que los coloraínos realizaban para el sustento diario.  Se enteró además del coraje de la mujer en pos de una vida más digna.

Caruso, sin embargo, nunca quiso cantar en el Municipal. No habría podido. Su pedigree era más popular que ilustrado. De allí que en la playa de El Colorado solía encantar a los peces y jotes con su canto. Allí se sentía en sus anchas, por lo mismo que siendo hijo de una extensa familia pobre, conoció de cerca la pobreza. Su padre un mecánico de Nápoles no le pudo ofrecer mejor vida. Pese a la riqueza que logró en el canto, nunca olvidó a sus semejantes. El Colorado, de alguna manera, le recordaba a su tierra natal. De hecho se cuenta que ayudó a mantener a más de doscientas personas.

En 1903, hizo su primera presentación en Estados Unidos, en el Metropolitan Opera House de Nueva York.   Se dice  que prefería ir a pequeñas fondas para evitar los grandes restaurantes, donde al verlo llegar, los presentes estallaban en aplausos.  En 1920 cantó por última vez en el Metropolitan Opera House de Nueva York y murió en el verano de 1921.

El gran Caruso nunca estuvo en Iquique.  Es cierto, no paseó su voz por la calle Cajamarca,  pero pudo ser totalmente posible, ya sea por la personalidad del gran divo, ya sea por el carácter que tuvo nuestra ciudad a comienzos del siglo pasado: un puerto cosmopolita con su corazón abierto de par en par … generoso como Caruso.