Debe ser uno de los pocos futbolistas que no se definen como apolíticos como el resto de sus compañeros de profesión. Francisco Umbral dice que ser apolítico es ser de derecha. Mostró sus antipatías y simpatías por la cosa pública sin pudor alguno. Dijo que “No” cuando era más cómodo decir que “Si”. Y eso vale más que mil goles. Goleador por excelencia, tejía el gol en las barbas mismas de los adversarios. Su estampa lo hacía sospechoso del buen fútbol. Su extenso y brillante curriculum contradijo eso que para ser bueno en el balompié hay que ser atlético. Garrincha y Maradona, entre tantos otros, lo demuestran también.  Al igual que Zico y Platini perdió su penal decisivo. La semana pasada convirtió otro gol, que lo encumbró,  en su segunda juventud a los titulares de la prensa, como si fueran los años 70. Pero su gol, fue un gol político. Escribo de Caszely.
El gobierno de la Concertación debe aprender de  la decisión de Carlos Caszely. El síndrome Caszely es lo que le sucede a mucha gente que votó por Ricardo Lagos. El delantero colocolino de una u otra manera representa un malestar. Y ese tiene que ver con la designación no siempre de los mejores en los cargos de gobierno.
Dejó a Lagos por Lavín. Aunque en rigor hay que decir que el Presidente  lo abandonó. A pesar de su consecuencia y de su talento, Caszely carecía de un aparato político que lo apoyara. En su agenda no estaba el teléfono del senador fulano de tal o del diputado merengano.. No era de ningún  partido de la Concertación. Así de simple. Fue un ingenuo. Creyó que por ser bueno, lo iban a llamar a dirigir el deporte nacional. ¡En que país crees que vives Carlitos!
Fácil y simplista sería catalogar al “Chino” Caszely como traidor.  Pensar así es sacar mal las cuentas. Si hay algo más profundo en la actitud del colocolino, es precisamente la de saber que tiene algo que aportar  y no saber cómo ni dónde. Lavín le tendió la mano y le abrió el camino que Lagos le negó. Los más apocalíptico ven esa actitud el presagio de que vivimos en el último gobierno de la Concertación. El escándalo de las indemnizaciones no resiste ninguna defensa. “La verdad nunca es triste, lo que no tiene es remedio” canta Joan Manuel Serrat, cantautor que muchos de los indemnizados admiran.

A Caszely hay que entenderlo además en el contexto de un país que ya no se reconoce en el dilema izquierda versus derecha. Sin embargo, eso no significa, que haya que olvidar  los sucesos post 73. El delantero albo hace hincapié en ello. Pero insiste también en la idea de que hay vocaciones y talentos que no tienen porque perderse. Si en tres gobiernos de la Concertación se ha hecho caso omiso al aporte de gente como él, resulta legítimo entonces buscar otras formas de encauzar la solidaridad. Y eso no es traición. Es sencillamente amor por la cosa pública; ganas de ponerle pasión por los demás; ganas de crecer con equidad y de avivar el cambio. Gol de Caszely, gol del Chino, gol del gerente, gool, gool, gool. Gol de Lavín.