Lo creíamos eterno. Y no sólo por su sonrisa y sentido del humor, sino también porque jamás envejeció. Y si lo hizo, lo hizo con la majestuosidad que sólo él, era capaz de portar y transmitir.

El año 1971 en lo que era el Liceo de Hombres fue nuestro profesor jefe y lo seguirá siendo a pesar que no estará para citar a reunión, no a los madres de sus estudiantes, sino a los mismos alumnos ya más viejos y más serenos. Estuvimos en todas sus casas donde le tocó vivir. En Orella, en el Morro, en la Puntilla y ahora en la Gómez Carreño. La María su polola esposa siempre a su lado, tal como cuando empezaron a enamorarse. Y lo de ello era permanente.

Sus hijos Manuel Alejandro y Marco Antonio, quizás nunca van a entender la relación que tuvo su padre con el 4 A del Liceo, los años 1971 y 1972. Escribo y mientras lo hago me duele la partida Manuel Castro Téllez, normalista, Manolo para su cercano, catrutro para todo el mundo de esta ciudad llamada Iquique en la que alguna vez todos nos conocíamos. Al menos, eso pensábamos. Una parte de esa ciudad se nos va con Manolo, el  normalista, el guionista, el cuentista, el teatrero, el morrino, querendón de su abuelo, a quien siempre tuvo en su casa. Arquero en el fútbol, actuaba bajo los tres palos, mezcla del Mono Sola y del loco Gatti.

Una vez al mes nos citaba a su casa a conversar y actualizar el pasado. Tenía mil historias, pero lamentablemente una sola vida. Inquieto como eran las adolescentes de antes, Manolo nos deja un vacío en todos sus exalumnos que son cientos.

Tuvimos la fortuna de acompañarlo y decirle lo tanto que lo queríamos, en ese idioma sin palabras, reemplazado por los abrazos.  Entre sus alumnos, hoy todos viejos, discutíamos quien era su regalón. Nunca lo supimos.

Catrutro seguirá siendo eterno mientras continuemos con vida. Hijo de la Patria Joven tenía muy clara la película: como país empezamos a filmar, sin actores secundarios, una nueva película.

 

 

 

 

 

 

Publicado en La Estrella de Iquique el 10 de julio de 2022, página 11.