Hoy es 5 de octubre y casi nadie se percata de ello. Sólo la prensa da cuenta de ese acto cívico en la que se recuperó la democracia. Y claro es día domingo, y los treinta años de la conmemoración del 11 de septiembre, sin duda alguna, que ha mermado el ánimo recordatorio de quienes tuvimos ese día “ahí”.
Las fechas como éstas sirven para la cohesión social, para volver a creer en algo, aunque ese algo esté disminuido por el desgaste, la flojera, el cuoteo y tantas otras debilidades. Sirven además para darnos cuenta de cuanto hemos cambiado, y para echar de menos eso que se confunde con la juventud: lo épico, lo transgresor, la trasnochada.
Ese día, Iquique amaneció tenso y con cierta neblina. Los pasos apurados señalaban el nerviosismo de la jornada. Desde meses antes se había venido trabajando para evitar lo que todos temíamos, pero que no llegó a suceder, el fraude, por ejemplo. Fueron decenas las jornadas de preparación, cientos los cursos para apoderados, miles los cuadernillos que enseñaban o más bien dicho, recordaban el acto de elegir. Esta vez, entre un Si y un No. Entonces la mística con la que se hacían las cosas hacían posible creer que la alegría venía. Y llegó, porque hay que ser justo, la alegría es vivir en democracia, es erradicar el autoritarismo (por lo menos hay calles que llevan el nombre de los que faltan). No vivimos obviamente, en el mejor de los mundos, pero si vivimos mejor que esos años donde la verdad se escribía en forma de bando.
La sociedad civil del Iquique de los 80, giraba en torno a unas cuantas instituciones, la Comisión de Derechos Humanos, el Cepaat, el Ciren, el Colegio Médico, los asistentes sociales, los profesores y los estudiantes, entre otras. Los pobladores, por su parte, ya daban cuenta de organizaciones independientes a las juntas de vecinos que no tenía ni gozaban de autonomía.
La historia política del Iquique post/11 es una historia que hay que escribirla, a varias voces y varias manos. No hay historia oficial, menos si es política. Desde los primeros actos de protestas, las reales y las simbólicas, hasta ese 5 de octubre, nos permiten hablar de una ciudad traumatizada por Pisagua y seducida por la Zofri. La apertura de los primeros espacios de discusión como el que ofreció Radio Iquique, por ejemplo, son hechos que la memoria no debe dejar de escapar.
Digamos que esa mística con la que se vivía la política, se ha ido perdiendo a medida que nos hemos ido acercando a poder. De allí el desencanto. Por mi parte este domingo, es decir, hoy, junto a los míos, a los nuestros, lejos del mundo político oficial, alzaremos nuestras copas por ese día. Ese día en que no estuvieron todos los que dicen que estuvieron…
Publicado en La Estrella de Iquique, el 5 de octubre de 2003