Algo tiene la Chakira que las niñas de la ciudad preguntan a diario “¿Dónde están los ladrones?”. El poeta Julio Miralles, muy asertivo él, dice que en vez de cantar, bala. Por lo que a mi respecta esta niña pelirroja a veces, rubia según el rating y colombiana por la gracia de Dios, parece el símil femenino del Pibe Valderrama.
Ambos, y a su modo, fundaron un modo de estar en el mundo, que no es otra cosa que una forma singular de peinarse. Los dos pretenden esconder su latinidad pintándose el pelo. La Chakira -así lo escribe y lo pronuncia la cultura popular chilensis- a golpe de caderas que le viene de no sé qué gen arábico, instaló las mil y una noche en un programa que el cable transmite hasta el cansancio. Lo del Pibe es ya leyenda como esa que protagonizó en el Monumental del River al golear a los argentinos. Chakira no tiene por donde ser leyenda. Pero que vende, vende.
Debo confesar que tuve que comprarle un cassette a mi hija e instalarme frente a la tele con ella, para ver en qué consiste la magia de esta mujer, a lo mejor tataranieta de la Ursula Iguarán. Convive en el imaginario infantil con los pockemones y con Romané, una telenovela nacional que recrea el mundo de los gitanos, bajo los cánones, por supuesto, del mercado de los culebrones.
Chakira, “bruta, sorda y muda”, pero, ni corta ni perezosa se adueñó de la banda de las estaciones AM y FM. Invadió con su tartamudeo de caderas -una amenaza para los talibanes- la solaz calma del hogar. Con su cara de adolescente tardía -porque ya debe tener sus años, digo yo- le ha dado a Colombia la otra cara que el país de Mutis y García Márquez tanto necesita.
Porque seamos claros, Colombia no es Pablo Escobar, ni sicarios, ni guerrillas de izquierda o de derecha. Colombia es tan tupida como la selva que habita en la cabeza del Pibe Valderrama o de la propia Chakira. El país también se llama Alfredo Gutiérrez, Luisín Landáez y su piragua cuyo propietario era Guillermo Cubillos. Habita ese país en los vallenatos de Carlos Vives y en las canciones como “Te están matando los años”. Vive en el América de Cali y en el Nacional de Medellín, por sólo nombrar dos equipos de fútbol.
La Chakira es la síntesis de nuestro mestizaje nunca del todo acabado. Es la reina del pop, en una sociedad donde la nobleza se codea con el Rey del Mote con Huesillos o del Pescado Frito. No sé, algo tiene la Chakira que niñas como la la Joaquina, la Camila y la Montserrat, queden hipnotizada cada vez que la pelirroja, al decir de Miralles, bala.
Lo confieso, cuando escucho al símil del Pibe Valderrama, me lleno de contradicciones. Las niñas en su infinita ingenuidad se llenan de cadenas y caderas. Guardo el cassette de la Chakira, y cuando la hija cumpla los dieciséis lo escucharemos juntos. Igual que ahora, como escucho y canto a Leo Dan.