“Morir con gloria”, frase de Arturo Prat, parece constituirse en una oración emblemática en nuestra sociedad latinoamericana. Lo contrario es  “vivir con honor”. Eso fue lo que les pasó a los paraguayos en su partido con los franceses: murieron con gloria. Y no me equivocó al pensar, que muchos de nosotros, nos emocionamos cuando vimos caídos en el  césped a los diez guaraníes, y Chilavert  levantándolos uno a uno. Amigas mías dicen que lloraron. Y yo les creo. Los machos estuvimos a punto.  El prejuicio evitó las lágrimas.
Siempre los paraguayos me han llamado la atención en eso de pararse en el campo de juego, y jamás arrugar. Es cierto, jugaron a un esquema defensivo. Pero, no tenían otra posibilidad. Chile jugó de igual a igual con Brasil y los resultados están a la vista. Los guaraníes jugaron a la guerra de guerrillas, vía contragolpes. (Habrá que acordarse de los vietnamitas frente a los yanquis).  Ambos perdieron, -el Vietcong no-  pero la forma fue diametralmente diferente. ¿Pero de dónde le viene esa actitud de esos jugadores que provienen de un país casi tan pequeño como un balón de fútbol? ¿Cuál es el origen de tamaño corazón? La historia y la pluma de Eduardo Galeano nos puede ayudar al respecto.

Este escritor uruguayo en su Memorias del Fuego, que subtitula Las caras y las máscaras, dicen que los guaraníes desde el mismo momento de la llegada de los conquistadores, sufrieron la persecución. Es más, se cuenta que el rey de España regaló a su suegro siete pueblos, entre ellos, el territorio con habitantes y todos que correspondía a los guaraníes. Estamos hablando de las Misiones. En 1829 el Paraguay se encuentra acorralado, río arriba por la naturaleza. Se espera el ataque de sus vecinos, argentinos o brasileños.   Se le impide la salida al mar. Entre tanta agresión los paraguayos aprender a pronunciar correctamente tanto en castellano como en guaraní palabras clásicas como dignidad y soledad nacional. El guaraní, lengua de indios también se la apropiaran los conquistadores. Chilavert y los suyos también hablan y lloran en el idioma de los indios.

La historia de la independencia de los paraguayos están llena de actos heroicos. Niños que se disfrazan de soldados para defender lo que es suyo. Pero, el final lo de siempre, la derrota. Paraguayos con la cancha cargada sobre si, resistiendo el dominio del local y de la prensa y de la Fifa, que verían con muy malos ojos que unos indios guaraníes, eliminen a los ilustrados, a los que inventaron los derechos humanos y ensalzaron a la razón y de paso, silenciosamente, creaban clínicas psiquiátricas y cárceles. Los mismos que hoy impiden el ingreso de argelinos y de otros que huyen del horror de sus países de origen, los mismos de las bombas en el Pacífico Sur.

Chilavert estuvo a punto de cortar la luz de la más iluminada de las ciudades del mundo: París. Al igual que la expulsión de los jesuitas en las Misiones, al igual que en la guerra del Chaco, al igual que en la dictadura de Stroessner, al igual que en el partido con Francia, los guaraníes pronunciaron muy bien la palabra dignidad. Era para llorar, no sólo por el uno a cero, sino por toda la historia paraguaya. Pundonor le llaman a eso de vender cara su derrota. Garra le dicen otros. Yo diría dignos de imitar.