Vaya a saber uno por que a los que se llaman Domingo se les termina diciendo Chumingo. Una ley no escrita se aplica sin misericordia a todos aquellos que portan ese nombre festivo y hecho para descansar. José Domingo Ormeño Aracena no fue la excepción. En este caso además, Domingo siempre fue para mi bailarín de la diablada, y no de cualquiera, sino que de la primera, la fundada por el Goyo en la década de los 50. Ingresó el año 57 y desde el 1976 fue su Caporal. Guillermo Yon me dice que el primer traje que se hizo fue de una tela de color celeste. Un diablo iquiqueño, agregó el otro.
Cuando se quería dar referencia de la diablada, se decía la de los caporales, Omar y Chumingo. Y ahí el misterio quedaba develado. Ambos además eran compadres, los dos emparentados no sólo por el cabro chico que fue ahijado de Domingo, sino por ese tremendo espíritu mariano que compartían. En La Tirana, en la puerta de la sede social, solíamos conversar de los problemas del baile, de los mucho que ha cambiado la fiesta, de Deportes Iquique, del barrio y de quien será el próximo obispo.
La aparición de la diablada significó un antes y un después en la fiesta de La Tirana. Otra sonoridad y otras mudanzas. El sonido de las botas producto de los cascabeles y el uso del rojo con el blanco, las máscaras y la tremenda coordinación de los bailarines, inauguró una nueva forma de danzarle a la chinita. A diferencia de su compadre Omar, Chumingo cultivó y con éxito, el bajo perfil. Ser sobrio era su marca de identidad. Algo así como su segunda piel. Con traje y sin él, era el mismo, con o sin máscara, sabíamos que siempre estaba ese flaco larguilucho que estudió en la escuela Centenario.
Oscar Sanginés escribió en su facebook que en el funeral de Domingo, aconteció un milagro, las imágenes de la China y del Lolo, escoltaron al caporal, anverso y reverso de una misma moneda. El lunes por la tarde, el Iquique peregrino suspendió la siesta para despedirlo.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 16 de marzo de 2014, página 16