La expansión salitrera
Cinco años después de la guerra civil (1891), aparece el texto fundacional de la literatura del salitre, el poema Las Pampas Salitreras (1896) de Clodomiro Castro, rescatado precisamente por Andrés Sabella, en su colección HACIA. Publicado por Castro en Iquique en la Imprenta Tipográfica de Rafael Bini, traía consigo un vocabulario de los términos pampinos utilizados en la elaboración del salitre. La gestación ocurre en 1893, pues como lo asevera el autor, su «permanencia por más de tres años (…) en la pampa (le) ha sugerido la idea (…) de zurcir (…) un poema descriptivo de su topografía, riqueza, costumbres y elaboración del salitre». Luego agrega que no ha escrito una obra perfecta, «ni en los detalles del asunto, ni en la práctica, es apenas un bosquejo de lo que allí sucede, escrito en versos rasos». Tal humildad es un darse cuenta de la magna empresa que significa siquiera retratar lo que el autor percibe al mirar en derredor suyo. Clodomiro Castro divide su poema narrativo en cinco partes:
I. Las Pampas, con una descripción geológica y geográfica, en que «parece que no hay vida (…)/ las galas de la aurora/ desaparecen sin canción canora.» Al referirse a la actividad fabril, indica que «el inglés y el chileno allí se hermanan/bajo la sabia ley del trabajar».
II. La Máquina. El hablante describe las grandes chimeneas como «especie de obelisco en el desierto.» Todo el proceso de la elaboración del salitre es descrito con lujo de detalles y con la jerga que el pampino tuviese que crear, acopio, chancho, cachuchos, caldo, etc.
III. El Campamento. «Semejando casillas- palomares/series de cuartos paralelos van.» La vida en la pampa, inicio y suceder de la industria le permitió apreciar el hacinamiento y malvivir en una zona en que las temperaturas durante el día y la noche marcaban el contraste típico del desierto. Por eso no puede dejar de editorializar el hablante que los cuartos, «traslucen de una vez la indiferencia/ con que se mira a aquellos que allí están».
IV. Las Faenas. Ahora entra en escena el obrero y el hablante se explaya en especificar sus deberes, el carretero, el calichero, el corrector, y la monótona repetición del trabajo contínuo en que las faenas se suceden «por meses sin ninguna variación/ hasta que llegue alguna fiesta o daño/ que la máquina pare su función».
V. El Pago. En 1893 cuando Clodomiro Castro visita la pampa salitrera, no existen normas o leyes que regulen la vida obrera. Se trabaja duramente, por lo tanto la diversión se corresponde con el esfuerzo empleado. El hablante insiste en comentar «Así malgastan la vida/ derrochando su dinero/ trabajan de Enero a Enero/ y el ahorro jamás ve…»
El período histórico corresponde a los grandes negociados que darán origen a la adquisición legal e ilegal de terrenos salitrales, y ganancias que superarán las expectativas de los accionistas extranjeros, especialmente ingleses. John Thomas North será el personaje que caracterice este período, con el boato y extravagancia de sus fiestas, mansiones, títulos, (Coronel North, «Rey del Salitre») y control que ejerce tanto en la pampa, con sus pertenencias calicheras, y diferentes sociedades comerciales en Iquique y otros lugares.9 Interesante destacar que no exista una novela en inglés o español de este notable empresario de la clase media inglesa quien supo aprovechar las circunstancias históricas y manipular intereses económicos en Londres y Chile que le permiten llegar a ser reconocido como Rey del Salitre, aunque más propio sería llamarlo Rey de Tarapacá.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
Las pampas
En esta excepcional zona terrestre
– desierto americano-
en este polvo arcano
que en guerra fraticida
supo el brazo chileno conquistar,
parece que no hay vida:
ni una planta
en su abonado suelo se levanta;
las galas de la aurora
desaparecen sin canción canora;
y la brisa que sopla alborotada
bebe en el polvo porque no hay cascada.
Si fatigado el pensamiento tiende
raudo su vuelo en pos de inspiración,
se dilata en el éter azulado
sólo un instante desconcertado
otra vez a la tierra, a la inacción…
Pero no! Si allí están sobre su suelo
mullido a trechos por sus sueltas capas
que libre el viento mueve en espiral,
desnudos cerros cuyas formas guardan
envidiable venero capital.
Allí pululan de diversos pueblos
masas y masas de la vida humana:
el inglés y el chileno allí se hermanan
bajo la sabia ley del trabajar.
Mirad por su extensión que se desprende,
cual hija segregada del peruano,
en línea paralela
al vivo rizo del tranquilo océano
Chile forma el norte;
y luego desnivela
por la cima del Ande boliviano.
En su amplitud que a veces
en plano se dilata
o en agrias lomas que describen eses,
uniformes pueblitos se recatan
en monótona y pobre construcción.
Se llaman oficinas salitreras,
sus riquezas están en calicheras
que dan al propietario
sana fortuna, múltiple interés;
a millares de brazos, buen salario,
a la industria y las artes, movimiento,
caudales al erario;
colman a Ceres de abundante mies.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
La máquina
Allá a lo lejos, álzase gigante
(especie de obelisco en el desierto)
robusto tubo de columna humeante
que invita del trabajo al gran concierto.
La mecánica allí su asiento tiene,
y con ella rudísimas faenas;
agua, fuego, vapor, todo va y viene
por el férreo tejido de sus venas.
Mientras tanto el vehículo rodante
por círculo vicioso gira y gira
cargado de caliche lo bastante
a llenar la labor del día que expira.
Y va en acopio la materia prima
por las fauces del chanco es demolida,
y vaciada en cachuchos de honda sima
por agua hirviendo en caldo convertida.
Por varias cañerías de allí dimanan
de ese salobre líquido corriente.
Y contenidas en bateas expuestas
al aire libre y al calor del día,
se condensan en capas superpuestas,
que en blancura a la nieve porfiarían.
He allí el salitre que en la cancha oreado
y repletos sacos rendirá por miles,
y que en estériles tierras transportado,
a los campos dará bellos abriles.
Al mismo tiempo de la hirviente espuma
de ese caldo salobre se deriva
el alivio del ser a quien abruma
algún dolor que de salud le priva.
Es el yodo que en punto rebatido
y a favor de la prensa decantado
sale en queso que al fuego sometido
láminas da de hermoso sublimado.
¡Oh sabia Providencia, que doquiera
por mano oculta tu poder se siente;
ya en los giros de la tierra espera,
ya en la flor, en la costra, en el ambiente!
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
El campamento
De la máquina al pie en estrecho plano
limitado por ripios y salares,
semejando casillas, palomares,
series de cuartos paralelos van.
Mal forrados con tabla o calamina
sin abrigo, sin luz, sin apariencia,
traslucen de una vez la indiferencia
conque se mira a aquellos que allí están
¡Pobres obreros! en confusa mezcla
con la esposa, los chicos y los monos
apenas hay a sus cansados lomos
lugar estrecho donde reposar.
Al lado posterior de la vivienda,
de cañamazo se alza carpa ahumada,
bajo la cual se mueve descuidada,
la que en la casa ayuda a trabajar.
De este conjunto al centro sobresalen
la casa del patrón y pulpería
donde concurren con gran algarabía
mujeres y granujas a comprar.
Más allá se distinguen otras casas
por desahogo o rango lisonjero;
es la del corrector, del ingeniero
o de algún destinado al bienestar.
Y más lejos, en sitio conveniente.
determinado sólo por muralla,
punto importante, si terrible, se halla,
el parque del trabajo, el polvorín.
Esto forma el llamado campamento
en esta dura más feliz campaña,
cualquier trabajador tiene su hazaña,
pero el roto chileno es paladín.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
Las faenas
Es el alba, mas ni un reflejo asoma
del luminar del día;
se anuncia a la porfía
del arrogante alado en su cantar;
pues el espeso manto
de griseas capas de húmeda neblina
la escena matutina
– cual la Envidia- pretende interceptar.
Al mismo tiempo el esquilón se agita
prolongado y tenaz contra Morfeo;
y con razón, si es hora en que la máquina
de su alimento pide el acarreo.
Fatal instante llega al carretero,
también al calichero,
pues uno y otro tienen que acudir;
si aquel fatal seguro tiene gallo;
y si es éste, no hay fichas que pedir.
Vamos (se dicen) el trabajo obliga,
y con él de la vida se mitiga
en cuanto el pago llegue nuestro afán.
Y cada cual se apresta resignado,
de la herramienta armado,
a dejar su camada por el pan.
Entonces a falta del rumor que ofrece
la mañana en los sitios que enriquece
con tintes de esmeralda y oropel,
el pesado rodar de las barretas
sólo se escucha en su veloz tropel.
En su obligado giro poco a poco
la tierra se vuelve hcia el cénit del día,
desvanece su helada vestidura,
la vida impulsa, infunde la energía.
La luz meridional en la desnuda
superficie terrestre reverbera,
y a su influjo benéfico, doquiera
la faena de ayer, hoy se reanuda.
Cual modesta legión de zapadores
que nada impide en su ánimo el obrar
contra el ocio se agitan vencedores
brazos de cien y más trabajadores
que los collados hacen retemblar
Aquí uno excava con ansioso empeño
la calichera de hondo yacimiento;
otro allá carga con genial desdeño
lo que nada en resumen le ha de dar.
La guía incendiaria listo el otro tiende
al fondo del barreno;
a la punta exterior fuego le prende,
deja el sitio y arranca con pavor.
Si el tiempo tuvo a trasponerse mira
con avidez hacia el lugar minado…
pero tru… rún! la tierra ha retemblado,
su entraña y costra por el aire vuela
entre nube de polvo nacarada
que de árbol toma caprichosa forma
y sin horror distrae su mirada.
Pasó el peligro y le llegó la hora
de regresar a su feliz morada;
allí caricias de la pobre amada
su frente enjugan y valor le dan.
Mientras tanto la Juana preparada
tiene ya la comida en el instante:
tras del buen chupe viene la atorante
repleta fuente de porotos bayos
que todos a mandíbula batiente
con cuánto gusto engullen hasta el fin.
De unos cuantos minutos de reposo
allí disfruta el fatigado obrero
para entregarse con entero gozo
a pitar su cigarro de papel.
Con vibración sonora la campana
anuncia el mediodía;
entonces sí con mucha buena gana
de todo el campamento a la venta
(a paso de indevota romería)
concurren en tropel por sus libretas
los obreros, no en busca de pesetas,
a pedir fichas que el haber varía,
si alcance tiene o boletas dan.
Y del corral con disonante ruido
y de función taurina la algazara,
arranca la mielada
de a tres en fondo a la carreta uncida
una, la izquierda es cabalgada
por un brutazo que a perder la vida
la bestia y él expone por su mal.
Así dispuestas las carretas ruedan
por bien gastadas, diferentes huellas
hacia el caliche que ha de ser pasado
según está ordenado
por el jefe de pampa, el corrector.
Y las mismas faenas se repiten
por meses sin ninguna variación
hasta que llegue alguna fiesta o daño
que la máquina pare en su función.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
El pago
Es el quince del mes, llegó el soñado,
risueño día al satisfecho obrero;
un aviso fijado en la ventana
confina su esperanza, dice «Hoy pago.»
Sus libretas presentan al cajero
quien las paga dejando algún sobrante
que garantice la herramienta dada
a cada cual, mientras devuelta sea.
Provistos los bolsillos de dinero
pocos son los que saben bien gastarlos;
«como caballo, tengo plata» (dicen),
y empiezan a chupar con sed ardiente.
Los bolivianos, menos gastadores,
también remuelen hasta cierto grado,
la damajuana de corriente vino
y una jarra con agua lista tienen.
Sentados hombres, guaguas y mujeres
en el suelo y en torno a la bebida,
es de verse aquel cuadro de polleras
que apenas caben en el estrecho cuarto.
Sendas copas de vino entre las manos
«con usté compadrito» dice ella,
y es condición por éstos observadas
secar del vaso cuanto se ha servido.
No falta alguno que al charrango arranque
algunas notas de cansado estilo
o que a mejor tocar en la vihuela
entone de su tierra las canciones.
Mientras tanto las coplas no han cesado
y en producir efecto no demoran
es aquélla un chau chau de quichua quichua
en curado, que el estómago nos daña
¡Qué espectáculo aquél! Una aquí llora
a vivo llanto en su dialecto propio;
otro allá canta sin saber que aúlla,
y todos charlan, gritan y pelean.
Al fin curada la familia y todos
tendidos quedan en su mismo sitio,
y allí revueltos de cualquier manera
el cuarto tiembla, al infernal ronquido.
Al otro día con el cuerpo malo
es de no ver los trasnochados tipos,
que chascones y ajadas las polleras
soñaron tal vez tomar sémola.
El guachucho al instante se recetan,
un picante de chuño y chicha encima;
después el vino y lo que venga a mano
resucitan la escena ya narrada,
los rotitos y los cholos
que no se andan con leseras,
se ponen luego en carreras,
camino de la estación.
Las tiendas y los despachos,
que entonces hacen su agosto
recorren a mucho costo,
y alegres, suaz,! al salón.
Allí viven las Auroras,
las Rositas… la vacada,
que compuesta y repintada
un altar de corpus es.
El piano con la vihuela
y el tañer para la cueca
que de salerosa peca
y de animada después.
A los sonoros acentos
él y ella, el salón dominan;
y se apartan y se animan
con un aire tentador.
Los negros, ardientes ojos
de ella sobre él se reflejan,
y los pañuelos no dejan
de agitar con gran primor.
Un momento de parada,
da campo al ponche caliente,
que algún niño muy corriente
pasa primero a los dos.
Y en seguida arde la cueca,
y lleno el potrillo rueda,
que hacer todo aquí se puede
menos ofender a Dios.
Y ardiendo la zamacueca
de intencionados ensayes
«anda negra, no desmayes»
cantan con animación.
Ella mueve la cadera
y la pierna contornea:
el otro le zapatea
y entra en gran excitación.
Y el niño diablo picado,
sigue y sigue remoliendo,
gasta cuanto anda trayendoi
y satisfecho se va.
Si le apuran un poquito
empeña hasta las colleras
y gasta con las rameras
el último cobre ya.
Por conclusión viene luego
la borrascosa bolina
en que a chopazos se atina
y los ojos se ennegrecen.
«Te saco la mugre,»dicen,
«parate pu’ ñó,» repiten
hasta caer o vencer.
Después muy amigos quedan
los dos buenos hermanitos
y se van todos juntitos
a las copas si hay con qué.
Así malgastan la vida
derrochando su dinero;
trabajan de Enero a Enero
y el ahorro jamás ven.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile
Final
Es el quince del mes, llegó el soñado,
risueño día al satisfecho obrero;
un aviso fijado en la ventana
confina su esperanza, dice «Hoy pago.»
Sus libretas presentan al cajero
quien las paga dejando algún sobrante
que garantice la herramienta dada
a cada cual, mientras devuelta sea.
Provistos los bolsillos de dinero
pocos son los que saben bien gastarlos;
«como caballo, tengo plata» (dicen),
y empiezan a chupar con sed ardiente.
Los bolivianos, menos gastadores,
también remuelen hasta cierto grado,
la damajuana de corriente vino
y una jarra con agua lista tienen.
Sentados hombres, guaguas y mujeres
en el suelo y en torno a la bebida,
es de verse aquel cuadro de polleras
que apenas caben en el estrecho cuarto.
Sendas copas de vino entre las manos
«con usté compadrito» dice ella,
y es condición por éstos observadas
secar del vaso cuanto se ha servido.
No falta alguno que al charrango arranque
algunas notas de cansado estilo
o que a mejor tocar en la vihuela
entone de su tierra las canciones.
Mientras tanto las coplas no han cesado
y en producir efecto no demoran
es aquélla un chau chau de quichua quichua
en curado, que el estómago nos daña
¡Qué espectáculo aquél! Una aquí llora
a vivo llanto en su dialecto propio;
otro allá canta sin saber que aúlla,
y todos charlan, gritan y pelean.
Al fin curada la familia y todos
tendidos quedan en su mismo sitio,
y allí revueltos de cualquier manera
el cuarto tiembla, al infernal ronquido.
Al otro día con el cuerpo malo
es de no ver los trasnochados tipos,
que chascones y ajadas las polleras
soñaron tal vez tomar sémola.
El guachucho al instante se recetan,
un picante de chuño y chicha encima;
después el vino y lo que venga a mano
resucitan la escena ya narrada,
los rotitos y los cholos
que no se andan con leseras,
se ponen luego en carreras,
camino de la estación.
Las tiendas y los despachos,
que entonces hacen su agosto
recorren a mucho costo,
y alegres, suaz,! al salón.
Allí viven las Auroras,
las Rositas… la vacada,
que compuesta y repintada
un altar de corpus es.
El piano con la vihuela
y el tañer para la cueca
que de salerosa peca
y de animada después.
A los sonoros acentos
él y ella, el salón dominan;
y se apartan y se animan
con un aire tentador.
Los negros, ardientes ojos
de ella sobre él se reflejan,
y los pañuelos no dejan
de agitar con gran primor.
Un momento de parada,
da campo al ponche caliente,
que algún niño muy corriente
pasa primero a los dos.
Y en seguida arde la cueca,
y lleno el potrillo rueda,
que hacer todo aquí se puede
menos ofender a Dios.
Y ardiendo la zamacueca
de intencionados ensayes
«anda negra, no desmayes»
cantan con animación.
Ella mueve la cadera
y la pierna contornea:
el otro le zapatea
y entra en gran excitación.
Y el niño diablo picado,
sigue y sigue remoliendo,
gasta cuanto anda trayendoi
y satisfecho se va.
Si le apuran un poquito
empeña hasta las colleras
y gasta con las rameras
el último cobre ya.
Por conclusión viene luego
la borrascosa bolina
en que a chopazos se atina
y los ojos se ennegrecen.
«Te saco la mugre,»dicen,
«parate pu’ ñó,» repiten
hasta caer o vencer.
Después muy amigos quedan
los dos buenos hermanitos
y se van todos juntitos
a las copas si hay con qué.
Así malgastan la vida
derrochando su dinero;
trabajan de Enero a Enero
y el ahorro jamás ven.
Tomado de
Bravo Elizondo, Pedro
Guerrero, Bernardo
2000 Historia y Ficción Literaria sobre el Ciclo Salitrero en Chile
Universidad Arturo Prat. Iquique. Chile