Si hay un barrio popular que mejor ejemplifica eso de que ya nada es como antes, es el caso de la Plaza Arica. Sus instituciones fundadores han perdido buena parte -por no decir toda- de su eficacia. Su centro ceremonial, la plaza y su kiosco, ya no cumplen la función que en la década de los 60 desempeñó. Está claro, la canción de Los Olimareños, parece haber estado escrita para nosotros: “Viejo, barrio que te vas…”. Esas redes sociales actuaban como muros de contención de las prácticas que eran consideras como atentatorias para la buena salud: el alcohol, la violencia, entre otros.
A fines del 1900 este barrio bautizado como la Plaza Gibraltar en honor compartido a ingleses y españoles, que centraliza sus actividades y que hoy es la Plaza Arica, se caracterizó siempre por su raigambre popular. Hombres y mujeres humildes que vivían del comercio, se asentaron a escasas dos cuadras del Cementerio Nº 1.
Su plaza, al igual que la Prat, por mucho tiempo estuvo cerrada por rejas de fierro forjado, cuyas puertas se abrían y cerraban al alba y al atardecer. Sus jardines exhibían hasta rosas en esa larga primavera que era Iquique. En un galpón cercano, se exhibían películas con contenidos políticos destinado a que los obreros tomaran consciencia de su situación de explotados, según cuenta el periodista Luis Espinoza. Fue llamada la Plaza Roja por el clero de la época. En los años 30, se convertiría en la Plaza Café en alusión a la construcción de la capilla, y al gran fervor religioso que derivó en la fiesta de La Tirana Chica. La Tirana Chica que empezó el año 1933 fue la expresión de lo anterior.
El 9 de septiembre de 1923, en el barrio El Colorado se funda esta institución. SU primera directiva estuvo compuesta por Juan Rondón, presidente: Miguel Lazcano, Vicepresidente, Enrique Owens, Secretario.
Carlos Carrera, secretario, Capitán, Victor Lama y Luis Waldo. Y Pedro Carrera, David Pizarro y Andrés Jordán, directores.
Su historia registra destacados jugadores como Manuel Ledezma, Simón Malebrán, Mario Olivares, Laura Ortiz, Doratriz Gárate, e Isaura Leguatt.
En los años 40, en el barrio El Colorado, La Cruz, pierde su sede social. Un grupo encabezado por Manuel Silva, lo traslada a la Plaza Arica. Originario del cerro del mismo nombre, los crucianos no tardaron en transformarse en plaza-ariqueños. Las raices colorainas, pronto se olvidaron, o al menos, se pusieron en remojo.
La Cruz fue hasta la destrucción de su sede social en los años 80, el principal referente social, deportivo y cultural del barrio, y de la ciudad. Alternó y se complementó con la escuela Centenario en eso de formar y crear identidad. Contribuyó al control social y neutralizó muchas de las conductas que hoy llamamos desviadas, como el alcoholismo y la delincuencia. Fue, lo que fueron todos los clubes deportivos de la época, que no se agotaban tan sólo en la práctica deportiva, sino que realizaron una labor educativa que hoy tanto echamos de menos. En los años un grupo de dirigentes, fundó la revista “La Canasta”, un órgano de difusión cultural, que contaba parte de la historia del barrio. Y por cierto del club. Lo que no enseñaba la escuela y sus profesores, lo enseñaba el barrio. Como la escuela sólo enseñaba la vida de los héroes oficiales, en el barrio se contaba la vida de los villanos y se hablaba con orgullo del Tani; y con dolor y rabia de la matanza en la escuela Santa María.
Una política deportiva que entienda que el deporte es más que resultados en la cancha, debería invertir en reducir la droga y la apatía, apostando por la revitalización de estas estructuras, construyendo sedes sociales, re-encantando la vida comunitaria, embelleciendo el paisaje barrial, estimulando el deporte amateur como el lugar de la diversión.
En La Cruz, sin embargo, y pese a lo anterior, se sigue practicando el baloncesto, pese a no contar ni con cancha ni sede social. Hoy funciona la escuela de basquetbol “Santiago White” en tributo a ese épico dirigente que tantos deportista formó (murió el año 1959). Cada tarde los colores amarillos y negros arropan a los niños y niñas del barrio, y tras un balón replican las hazañas de Manuel Silva, de Isaura Leguatt, de Andrés Mery entre tantos otros. La obra de Juan Rondón, la prosigue Edgardo Barría.
Si ayer El Colorado nos cobijó, hoy la Plaza Arica nos alumbra con su fervor. En tardes de nostalgias no sólo entonamos el himno chino aprendido en la escuela Centenario, sino que también el himno de La Cruz: “Amarillo es nuestra lema, amarillo es mi corazón, lo defenderé siempre, porque buen cruciano soy”.