Desde hace 11 años que escribo en La Estrella de Iquique, todos los domingos. Pero, mi primera columna, tosca y pretenciosa se publicó el 23 de abril de 1978. Escrita a máquina de esas que vendía la Zona Franca y hecha en Taiwán, se la presentó a Enrique Jorquera, director de ese entonces, mi querido profesor Julio Romero. Daba cuenta en “Calles conflictivas” de la vida social que se generaba en las intersecciones de Amunátegui con Thompson.
La columna, género literario que Francisco Umbral, dominó a la perfección, al igual que Joaquín Edward Bello, en la que deben convivir ideas con estilo literario en una plana tamaño carta, le ha permitido a la prensa generar un puente con los lectores más allá de la contingencia noticiosa. La prensa iquiqueña, sobre todo El Tarapacá y La Estrella, han sabido darle a este espacio dignidad.
Columnistas iquiqueños a lo largo del siglo XX, han ofrecido interesantes puntos de vistas sobre la ciudad. Ya en los años 30, Osvaldo Guerra realizaba perfiles de nuestra vida con una pluma certera. Luis Díaz Salinas, nos entregó bastante información sobre la vida en la salitreras y de otros realidades del norte grande. Hugo Dantes, Delfín Gajardo y Santiago La Rosa destacan por la continuidad de su escritura, algo que este género, exige. Mario Zolezzi debe ser el columnista más longevo y activo a la vez.
La columna iquiqueña, ha sido en su mayoría, género de hombres. Con la excepción claro está de Pilar Montes y antes que ella Carmen Kunstmann, que escribe un hermoso texto que se llama “Iquique también tiene vereda tropical”. Es del año 1943.
La prensa sin columnas, otras la llaman crónicas, se cae. Quienes cultivamos este género, no somos de casa. Y como tal, como invitados, debemos guardar y cuidar ciertas normas de protocolo implícito, algo que no es fácil. En ciudades pequeñas aún, como las nuestras, se permite el diálogo con la vecina o con el colectivero, en la que no falla el clásico: “te faltó esto…”, y en algunas casos las felicitaciones. Hay quienes ofrecen temas. Los más humildes, que son los más, al no conocer la palabra con la que se designa a la columna, la llaman “párrafo”, “editorial” o bien la dibujan con los dedos en el aire. Un borrachito me dice que siempre lee mis opiniones, pero que llega hasta la mitad. Sabio el hombre. En la era de Internet, se pueden leer las opiniones que los lectores tienen de nuestro trabajo. En algunos casos hay que tener cuero duro.
Agradezco tener un espacio cada domingo en La Estrella de Iquique. Es el modo de ejercer, de alguna manera, la democracia, levantado la voz, cultivando el jardín de la memoria, o bien, casi con dolor, tomando nota de las transformaciones que cada día sufre nuestra ciudad.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 1 de diciembre de 2010, página A-2