Septiembre resume mejor que otro mes, la conmemoración y la celebración. Un mes que parte el año en dos. Un antes y un después. Se instala el 18 como fecha que une a la nación bajo símbolos trabajados por la elite y transferido al pueblo, por la escuela, entre otros instrumentos. La bandera, el escudo, el himno, la cueca, el Chile Central, las ramadas, el huaso, etc. Y por cierto, la parada militar con toda su carga simbólica. Pero como moneda tiene su reverso, el 11 de septiembre, que señala un punto de ruptura, cuyas heridas aun tardan en sanar, con esa estrofa agregada y quitada de la canción nacional.

Mi padre hasta el año 1972 era asiduo a la parada militar. Como la gran mayoría de los chilenos, se preparabapara ver esa perfomance nacionalista y de paso llenarse de orgullo. En los ferrocarriles del Estado, se organizaban, por talleres, ramadas, y en el acto principal William Millar, recitaba “Al pie de la bandera” de Víctor Domingo Silva. Millar es un detenido desaparecido. El país se divide entre los que celebran y los que conmemoran.

Pero hay otros motivos para celebrar. El Norteamérica, fundado en 1910, aunque algunos afirman que fue en el 1909, cumple un nuevo año. Los verdiblancos, animadores en todas las ramas deportivas, a mi juicio, sintetiza en Lorenzo Pardo y en Freddy Wood, lo mejor que han producido. Y sin duda que hay muchos más. No sabemos cuando se instalaron donde están ahora. Tuvieron el buen olfato, para comprarse esos terrenos que hoy valen una fortuna. Es de esperar que sepan driblear a las inmobiliarias.

No hay que olvidar la gesta mundialista de Raúl Choque y su equipo, menos aun la larga presencia del baile Chino y los cumpleaños de nuestros seres queridos. Septiembre anuncia la primavera que tarda en llegar y con ella los cielos esperan volantines y cambuchas, que parecen disputarles a gaviotas y palomas su territorio. Además de juegos populares cada vez menos presentes.

Publicado en La Estrella de Iquique el 19 de septiembre de 2021, página 11