Imre Kertész, que ganará el Nobel de Literatura el año 2002, en su discurso en la Academia se pregunta si hay alguna lengua capaz de narrar el horror del Holocausto. En su novela “Sin destino” del año 1975, y llevada al cine años más tarde, cuenta de su vida cuando recién contaba con 14 años y de cómo sobrevivió en Auschwitz. Judío húngaro, debió luego soportar la represión estalinista en Budapest. Se pregunta que lengua puede contar mejor lo sufrido.
La pregunta central de Kertész, formulada en el párrafo anterior, tiene relación con la imposibilidad de narrar el horror en el llamado “universo concentracionista”, como ha sido llamado la experiencia de los tantos campos de exterminio que el régimen nazi instaló para eliminar al pueblo judío, gitanos y homosexuales, entre otros. Fue tanto el horror que Adorno dijo que luego de Auschwitz, la poesía era una imposibilidad.
La máquina de exterminio montada por los nazis, obedece a un plan pensado en forma racional para eliminar al pueblo judío. No se trata de la obsesión de un loco, como cierta historiografía pretende hacernos creer. La obra de Zigmunt Bauman, “Holocausto y Modernidad” lo deja bien en claro. La forma de eliminar a los diversos e “inferiores”, es obra de un plan racional montado bajo la direccion de una burocracia que funciona y aspira al ideal de una máxima eficiencia. Las cámaras de gases se construyeron para ese objetivo.
Estas experiencias tan bien contada por Primo Levi (1919-1987), por ejemplo, en su novela “Si esto es un hombre” relata el arte de sobrevivir en el horror. Al llegar al campo se plantea tres tareas, las dos primeras tienen que ver con la sobrevivencia y la tercera con contar. Eso es. Narrar el horror para que no se olvide. Un compromiso con la memoria, que marcará casi toda su literatura.
La dificultad de contar el horror, requiere por cierto una cualidad narrativa que no todos poseen. De allí que sólo algunos, acometan con éxito tal empresa. Las experiencias de los campos de concentración del norte grande, como Chacabuco y Pisagua, requieren aunque ya se han intentando, de relatos que logren recoger la pesadilla allí instalada. Disponemos más de crónicas, cartas, testimonios, poesías sobre lo allí ocurrido. Un material muy rico para construir un relato, o muchos más, sobre esa pesadilla. Tal vez el tiempo, sea un buena consejera para llevar a cabo tal propósito.
Imre Kertész es crítico a la industria de Hollywood al respecto. Las películas sobre el Holocausto, terminan con concesiones hacia la industria del entretenimiento y en otras caen en la falsedad histórica. Hay por cierto notables excepciones. Creo que una de ellas, es precisamente, la adaptación al cine de su novela “Sin destino”. Un relato a menudo parco, pero potente acerca de unos de los dramas más terribles producido por la Europa del siglo XX, esa misma que quiso creer en la bondad natural de los seres humanos.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 16 de enero de 2011, página A-9