El bravío norte grande de Chile, no es sólo mar y desierto. No se agota en sus componentes turísticos y salitreros, en sus oasis y menos aún en sus edificios en altura. No sólo es minería, pesca o comercio. El norte grande es también agricultura. Y agricultura andina para ser más precisos.

En las quebradas y altiplano del norte grande, la población aymara ha sabido domesticar la tierra, encauzar sus ríos y hacer que el cielo, gracias a la voluntad de la  Pachamama, deposite el agua en los surcos que las manos de hombres y mujeres han hecho para que la vida florezca. Como dice el poeta Nicolás Matayoshi, para que la tierra de: “Es necesario ablandar la tierra, regar la tierra con sudor alegre, aprender de la luna, cuando sembrar, conversar con las estrellas de estaciones y heladas, aprender de los insectos, sus vidas y sus costumbres, hacerse amigo de las nubes, para una buena lluvia”. O como dicen los aymaras, “la tierra no da así no más”.

La quinoa es la planta andina por excelencia. Es, por la cantidad de aminoácidos esenciales que contiene, el alimento más completo junto a la leche materna.  Y crece en el altura, sobre los 3.500 metros sobre el nivel del mar.

La siembra de la quinoa empieza en agosto. Ya sea con Wilancha o con sahumerio Cupala y Coya, se le hace una manifestación a la Pachamama. Todo esto se realiza en la cumbre de un cerro que abarca el sector donde se ha sembrado. Desde el mes de febrero el terreno está preparado. La época de la siembra dura de septiembre hasta octubre. Una vez tapada la semilla, a los siete días está afuera a un centímetro. Esta es la etapa que requiere mayor cuidado, ya que el sol la puede quemar. Además se fumiga, se ponen espantapájaros, sonidos de tarros, etc.

En el mes de enero ya comienza a sacar la cabeza de grano. La flor aún no se nota. En marzo y abril se cosecha sacando la quinoa por cada mata, seleccionado las cabezas granuladas, se junta en manojos en un brazo y luego se atraca en hilera tras otra formando un “Arco”, una especie de pasto en forma de hilera. Se deja así hasta que se seque. Luego viene la trilla. Se prepara una cancha, un cuadrado empastado con barro, como piso bien apretado y se invita a los vecinos de la chacra, a los hombres y mujeres, se prepara bastante comida, en especial la mucuna, pito, qu’ispiña. Este es un trabajo comunitario. Una vez que termina la trilla como a eso de las dos de la tarde pasan a la comida comunitaria.

Luego, alguien cuenta un chiste, luego el otro. Y así se empieza a jugar alrededor de la trilla con “Pataque”. Esto es un grupo de mujeres agarra a un hombre, lo dan vueltas como un muerto. Unos de los pies y otros de los brazos y cabezas, alrededor de la trilla diciendo: “Pataque, pataque”. También lo hacen con las mujeres. Terminan este juego y los invitados se van.

Los dueños de casa empiezan a moler los desgranados hasta un estado de pasar por un arnero de mano dejándolos en montones. Luego van sacando los costales a otro lugar donde está preparado para pasar por el viento. Aquí queda totalmente dividido el grano puro de la quinoa y además queda seleccionada. Al caer los granos, éstos caen en forma vertical, las medianas caen inclinadas y las chuiquitas mucho más, formándose en montones de acuerdo al peso del grano.

El viento no tiene que ser muy fuerte ni muy leve. A medida que va ventado se va llenando los costales y formando las cargas de llama y burro para llevar a casa. Una vez terminada se prepara la bajada de la cosecha llamada liquina. Esto significa “buena cosecha”.

Llegando a casa se hace una fiestecita con los invitados, con la canción original de la quinoa. Se hace una ronda. La canción se llama Chisi vay Nama, Palpoy y Palpo.

La quinoa para su buena cosecha no sólo requiere buenas manos, necesita la venia de la Pachamama, depende de la adecuada utilización de los ritos, y sobre todo del apoyo de la comunidad. Detrás del cultivo de esta planta, hay una sabiduría que enseñó: “Como espantar el hambre, buscando la raíz que se come, el fruto que agrada, la flor que cura, la planta que viste, y experimentando y comprobando, el hombre supo lo que necesitaba, y como conseguirlo”. Palabras de Nicolás Matayoshi.