¿Cuándo se jodió el Perú? se pregunta Mario Vargas Llosa. Y esa interrogante recorre buena parte de “Conversaciones en la Catedral. ¿Podemos hacernos la misma pregunta con respecto a nuestra ciudad. ¿Cuándo se jodió Iquique? Y no vamos a escribir una novela para responder esa ambiciosa pregunta. Lo que queremos hacer es menos pretencioso y se puede formular del siguiente modo: ¿Cuándo se jodió el iquiqueñismo? Es decir cuando se empezó a quebrar o a fracturar ese conjunto de ideas y de sentimientos que componen lo que hemos dado en llamar iquiqueñismo. A mi juicio hay tres elementos que responden esa pregunta.
Una de ella tiene que ver con el golpe de estado del 73. Esto significó un quiebre de la idea del iquiqueñismo, en cuanto implicó dividir ese bloque compacto que se unían contra el centralismo. Es interesante ver como los comandos de defensa cruzaban a todos los partidos políticos. La agudización política creó dos bandos irreconciliables, que con la represión del 11 adelante significó la muerte y la tortura. Iquiqueños allendistas versus iquiqueños pinochetistas se enfrentaban en desiguales condiciones.
La irrupción de la Zofri significó un cambio radical en los hábitos de consumo de la población local. Desde el año 1975, el imaginario local se cubrió de artefactos, como el automóvil, que alguna vez, ni siquiera se soñó con tener, pero que ahora estaba al alcance de la mano. Los autos suzukis invadieron las calles, otrora galopada por los coches victorias. Esta fiesta del consumo, hizo olvidar al menos parcialmente la pesadilla de Pisagua. El whisky reemplazó al pisco. Pero era una sociedad con miedo que sólo se juntaba en el deporte, sobre todo en el fútbol. No olvidemos a Deportes Iquique. Pero aún faltaba más.
El año 84 vienen las primeras noticias del aparecimiento del consumo y tráfico de pasta base. La euforia de la Zofri no alcanzaba para todos, y menos aún para aquellos que vivían en sus alrededores. El consumismo era de alguna manera, una forma de violencia con aquellos desplazados de los placeres de la tecnología y de los perfumes Opio.
La pasta base reconfiguró el delito. Ya no hay lugar para el ladrón romántico, portador de una ética y de un estilo. La angustia que mueve al nuevo tipo de ladrón, lo hace más violento e incapaz de preveer las consecuencias de sus actos.
Estos tres elementos brevemente anotados nos permiten entender el porqué de los cambios en el iquiqueñismo. El primer elemento anotado, de índole política, parece irse readecuando, en forma paulatina. La Zofri sigue siendo una posibilidad, pero precisa de una reinvención. De la cultura de la droga, no nos queda más que aprender a convivir con ella. El nuevo iquiqueñismo tendrá que bátirsela con todos estos elementos.
Publicado el 11 de abril de 2004. La Estrella de Iquique