El Pibe de Oro se instaló en la historia de la humanidad, aquella tarde del año 86, cuando desde sesenta metros, avanzó eludiendo rivales ingleses. Desde ese momento el fútbol ya no fue el mismo. Atrás quedaban Las Malvinas y el orgullo herido de los argentinos. Diego Armando, ya había empezado en los Cebollitas, en la geografía de la pobreza,  a tejer su destino.

Maradona representan la danza del cuerpo, el lenguaje del cuerpo, el pensamiento del cuerpo. En su  fútbol  desaparece la dicotomía cuerpo/mente tan cara a Descartes y a otros. A veces el cuerpo logra superar las barreras de la razón y entonces el pase va al vacío donde una pierna aliada hará el gol. Cuando Maradona vence a Grecia,  en el Mundial del 94,  es el cuerpo que logra hablar por si solo. No fue un gol cualquiera, fue un gol pitagórico.

La lucha de Havelange contra Maradona es  la lucha de la burocracia-mental sobre la magia corporal del argentino. Es la lucha de los reglamentos de la modernidad contra la magia y la estética de la postmodernidad simbolizada en el pibe que salió de la miseria a la fama y que no supo administrarla. Maradona no es ejemplo para nadie… sobre todo para los que viven atados a los reglamentos y quieren hacer del fútbol una mercancía de consumo. Aliado de Fidel y simpatizante de Osama, Diego Armando encarna la razón irónica.

Pocos personajes logran concentrar sentimientos tan encontrados como los que genera Diego Armando. Para los amantes de poder y del orden, Pelé, el negro obediente y disciplinado resume las cualidades que todo ciudadano debe tener: ser obediente tanto en lo público como en lo privado.

Villano de la modernidad, por cuanto se las arregló para sortear obstáculo, ya sea con ese gol que eliminó a los ingleses, que lo llevó a exclamar “fue la mano de Dios”, o sea para desafiar al mismisimo Papa.   Maradona representa el sueño inconcluso de cada uno de nosotros: tocar el cielo y luego no saber que hacer con él.

Héroe de la postmodernidad, Diego Armando no trepidó, en sus contradicciones más vitales, por querer parecerse al mito, y en ese andar dio con su objetivo: ser un mito viviente con todo lo que ello implica.

Es nuestro egoísmo el que lo llama cada domingo por la tarde a la Bombonera, acaso para olvidar el tedio del séptimo día. La única razón para posponer la siesta se llamaba  Diego Armando. La mágica camiseta, la 10, quedará por mucho tiempo, sin dueño. El mejor de todos se la llevó a su casa.

Después de todo, Maradona debe cantar con Joan Manuel Serrat: “soy cantor soy embustero, me gusta el juego y el vino, tengo alma de marinero, qué le voy a hacer si yo nací en el mediterráneo”. O mejor dicho en Latinoamérica.

Dicen que escapó de un sueño / del sueño de los sin jeta / que a los poderosos reta / y ataca a los más villanos/ sin más armas en la mano / que un 10 en la camiseta». 60.000 personas despidieron a Diego cantando a Los Piojos. (AP)