Por fin la televisión estuvo entretenida. Por fin dejan a alguien hablar -que no sea político o comentarista de fútbol- por más de 30 segundos. Por fin, la sociedad civil se hace presente. Es que lo de doña Alejandrina, después del triunfo de la Bachelet, es la noticia.

Ni corta ni perezosa, doña Alejandrina, con un dominio del habla que creíamos sólo monopolio de algunos, y con todo respeto -como se dice en estos casos- habló con la Ministra de Educación y con ella a todos el país. Robó cámara. Y cómo la robó. Todo Chile pendiente del despliegue de verbos, artículos, ritmos y pausas. La Ministra de Educación, la única nombrada para época de vacaciones, sólo atinaba a sonreír con una sonrisa que tuvo que mantener lo que duró la explayada de la señora. Y no duró poco.

“Buena pa’ hablar la vieja” comentan hoy los comentaristas de la vida: los colectiveros. Como si ellos no fueran buenos para el verbo. Lo cierto es que doña Alejandrina, cual efecto Bachelet, tuvo su minuto de fama. Puso el tema de la educación superior en el lugar que corresponde. Habló desde su biografía y su frustración. Lo hizo con dignidad, y con ese aplomo que da la honestidad.

Doña Alejandrina además, y tal vez sin quererlo, pone de manifiesto la crisis de la mediación y de la representación de los partidos políticos. Su incursión en la TV, el estrado de la política de hoy, deja en evidencia la poca o nula efectividad de los partidos políticos para levantar una agenda sobre éste y otros temas. Al parecer, los problemas de la gente, se arreglan por esta vía. El tema está en que a lo mejor el problema de esta señora tiene solución, pero no el del resto de los chilenos,  que pretenden estudiar.

No es exagerado afirmar que la TV se ha convertido en la plaza de los años 60 en cuanto lugar del ejercicio de la política. Incluso hay un programa que hace en pantalla lo que un juzgado debe hacer. Doña Alejandrina no sólo le habló a la sonriente ministra, le habló a todo Chile. Por ella, hablaron los miles de estudiantes que claman por una oportunidad para ingresar a la educación superior.

No es novedad que las mujeres sean más contestatarias que los hombres. Hay que recordar a las mujeres que ocuparon Alto Hospicio en los años 80; hay que recordar a doña Baldramina, entre tantas otras mujeres nuestras. Hoy, con la Bachelet en La Moneda,  el tiempo de las mujeres parece inaugurado. Y que bueno que así sea. De vez en cuando, la sociedad civil que se llama Alejandrina, irrumpe y se toma las pantallas de nuestra alicaída TV. No es un reality show, es la realidad, sin show y en la lengua de Cervantes. Doña Alejandrina es el efecto más claro que la política puede tener otra sensibilidad.

 

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