Iquique ha tenido una buena tradición de pediatras. Yendo a mi infancia, ya lejana, la figura del Dr. Moya se me aparece con su impecable delantal blanco. Me salto en el tiempo y el Dr Pávez junto al Dr Marín, amigos eternos, en los años 80, auscultaron a toda la infancia. Hace poco se nos fue el Dr. Monardés, un exquisito y exigente médico. Hoy, la mala noticia nos cuenta de la muerte del Dr Clery.

Apellidarse Clery en Iquique es fijar la mirada hacia el sector norte de Iquique, al Matadero para ser más preciso. Por lo mismo aprendió a conjugar verbos y a sumar y a contar en la desaparecida escuela 16. Y casi, en forma natural, se fue al Liceo, un establecimiento en que la que uno deja de estudiar, y se convierte en ex-alumno hasta que la muerte le impide desfilar (los liceanos son buenos para desfilar). El Dr. Clery jamás renegó de la esquina de Esmeralda con Juan Martínez y con todo lo que ello implica: ser amigo, vecino y médico de los matarifes. La última vez lo vi, en la capital, en el barrio Lastarria, y nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en año. Fuera de la ciudad es fácil reconocer a un iquiqueño. Somos como los peces fuera de la mar.

Iquique, julio de 2018