El año que termina será recordado (al menos) en términos deportivos, por la muerte de Hernán Cortes Heredia y por la mala fama de Deportes Iquique. Lejos del mundanal ruido, el cronista padecerá de vergüenza ajena al constatar la imagen vergonzosa que exportamos.
Los  Dragones a punto de extinguirse y con ello barriendo la brillante historia deportiva del fútbol iquiqueño que  comenzó en el 1929. A estas alturas  preguntarse si el Club de Deportes Iquique (CDI)  representa fielmente esa historia. La respuesta es claramente no.
El CDI, producto de los viejos dirigentes iquiqueños se ha ido convirtiendo en una especie de piedra caliente que nadie desea tomar. Sus inicios -ya lo sabemos- constituyó una clara continuidad con los equipos amateurs del pasado. No sólo había una dirigencia local, sino que existió un estilo de juego basado en la identidad local: fuerza y garra. Inspirados quizás en la clásica expresión “Fuerte y largo, parafina”. Jugadores de la talla de Acao, Suárez, Salinas y Carreño supieron emular las hazañas de Sola, Benimellis y Pedro González.  Los que llegaron de otras regiones supieron captar ese ambiente y se dejaron seducir por ese estilo. El uruguayo Russo, por ejemplo, al vestir la celeste pensaba que era la charrúa. El argentino Lenci se  ganó el respeto de la gente, por la sencilla razón que juega como iquiqueño.
Estos ejemplos sirven para cuestionar la frase de Cossio que pensó tal vez en forma atarantada, que en Iquique practicamos la xenofobia. Al contrario, nuestra historia da muestra de una identidad abierta. Los miles de migrantes que llegaron al puerto así lo demuestran.
Ser conocido por “Tierra de Campeones” no es sólo orgullo, es compromiso, tanto con la  historia y el futuro. De allí que las derrotas duelan el doble. Así se puede entender el desazón de los que vamos al Estadio.
La crisis de Deportes Iquique no es una novedad. El desafío es crear una institución que,  amparada en la historia sepa responder a los requerimientos de estos tiempos. Las palabras eficacia, legitimidad y  credibilidad, por ejemplo,  deben ser permanentes sobre todo si se vive en una ciudad próspera. En la crisis surgen los salvadores. Hay que denunciar  a los charlatanes y  tecnócratas. Ambos extremos,   por lo mismo, son peligrosos.

La mala fama de nuestro querido Deportes Iquique  no deja dormir ni a Pelluco ni a la Zunilda.   En ellos represento a los tres mil peregrinos que domingo por medio,  acudimos al llamado del fútbol.

La buena fama sólo se recuperará en la medida que sepamos combinar en forma creativa y sin ningún tipo de fundamentalismo, nuestro pasado con el presente. El siglo que viene hay que enfrentarlo con las luces que nos da nuestra historia deportiva. y con los instrumentos que nos da el vivir en una sociedad globalizada.