1955.

Peso: Gallo.

 

No debe haber apodo más galante y más apegado a la realidad, que llamar “Maravilla” a Eduardo Prieto. Los que lo vieron pelear dicen que sus manos y su cuerpo en movimiento era un verdadero concierto sobre el ring. Una poesía abierta a los cuatros costados, cuya métrica se perdía en el mar y en el cerro,  con versos de fuerzas y de armonía a la vez. El respetable – el público- se extasiaba ante tanta belleza.

 

Antonio Vera, de la revista Estadio, escribió:

 

El joven peso Gallo de Iquique, Eduardo Prieto, -hermano de Jorge-, que hace algunos años fue Campeón de Chile, y de Rafael, que está peleando en este mismo campeonato, debe haber brindado la más hermosa exhibición de boxeo vista en estas primeras noches. Una maravilla de vista, de armonía en el esquive,  de sincronización entre la defensa y el ataque, de uso de las cuerdas y de los rincones. Y sin embargo, no ha de ser  de los que lleguen muy lejos, porque nos pareció descubrirle la misma fragilidad de su hermano mayor. Dos veces que no se le pudo deslizar al santiaguino Ilfonso Calderón, lo vimos en apuros. Verdaderamente una lástima. Antonino Vera (Revista Estadio Nº 1531. Noviembre de 1972).

 

Al Maravilla le ocurrió lo mismo que a Neruda cuando nuestro vate le mostró sus poemas a un editor español, y éste se lo rechazó. “Maravilla” fue grande en el boxeo, al igual que Neruda en la poesía. Fue Campeón Sudamericano de los Plumas el año 1977. Tuvo la ocasión de disputar el título del mundo debiendo enfrentar a Danny «Coloradito» López. Sin embargo, esa ilusión  murió al detectársele un problema congénito en su ojo izquierdo. Con ello, Chile perdió la posibilidad de haber logrado un título mundial en box, que hubiese servido de homenaje al tanto Tani como a Arturo Godoy.

 

Eduardo Prieto tuvo su primer éxito deportivo en el Campeonato de los Barrios en  1970, defendiendo la divisa del Unión Thompson. El desaparecido diario El Pampino en su edición del 13 de marzo de 1988, declara personaje de la semana al Maravilla. De él dice:

 

Desde muy niño incursionó en el arte de la defensa propia, por su estilo de combate, se le nominó como el «Niño Maravilla» porque causó la admiración a lo largo y ancho de nuestro país ganándose el respeto de todos sus rivales.

 

Fue campeón de Chile a los 16 años, para iniciar una campaña llena de triunfos que lo tuvo a las puertas de disputar un título mundial. Pero, por esas cosas del destino tuvo que desistir. No claudicó, porque luego de una ausencia de dos años, retornó en gloria y majestad. Fue campeón sudamericano antes de su lesión, en la actualidad es Campeón de Chile de los livianos juniors y tiene la oportunidad de disputar nuevamente el título sudamericano. Su nombre, Eduardo «Maravilla» Prieto, uno de los mejores boxeadores de Iquique y de Chile, en su categoría en este último tiempo (El Pampino 18 de marzo de 1988).

 

Ningún iquiqueño olvidará fácilmente aquella noche del sábado 6 de noviembre de 1976, cuando la Casa del Deportista se empezó a llenar desde las 15.00 horas. Ese sábado el Maravilla se coronó campeón de Chile al derrotar a Raúl Astorga, campeón nacional y sudamericano en los plumas. Ahí empezaron los éxitos de Prieto en el boxeo profesional.

 

Cada domingo por la mañana se le encuentra en el cementerio Nº 3, recordando a los suyos. Y uno de ellos, fue su rival y gran amigo, Rubén Godoy.

Prieto remeció al Norte

 

Al ganarle la corona sudamericana de los plumas a Raúl Astorga, devolvió a Iquique parte de su patrimonio pugilístico.

Un escenario construido especialmente permitió el lucimiento de un primer actor, “Maravilla” Prieto, que se coronó campeón sudamericano con un boxeo lleno de jerarquía e inteligencia, con una esgrima realizada con los ojos muy abiertos.

Eduardo Prieto, un muchacho de 20 años, es el nuevo campeón sudamericano de la categoría pluma. Un iquiqueño que quiere seguir la tradición de los nacidos en esa tierra de campeones. Y junto a él, vibró toda una ciudad que esperó pacientemente la gran oportunidad. Hasta que llegó. Fue un espectáculo impresionante. Si hasta el escenario se prestó para reflejar el esfuerzo de todos. Como si en un gran anfiteatro se montara una escenografía singular. De telón de fondo, la aridez de la pampa nortina y frente a una tribuna, un ring enclavado con el trabajo de todos. Autoridades, empleados, profesores, niños, obreros, deportistas. Gente que corre a conseguir sillas. Otros que montan el ring. Luces que llegan a último momento. Conscriptos que aparecen con implementos para alhajar la escena.

Después de los preliminares, la subida al ring de los protagonistas del match estelar, ya le dio el marco trascendente a esa fiesta deportiva, que tenía un valioso fundamento. Por primera vez se enfrentaban dos pugilistas chilenos en disputa de un título sudamericano y también, era la primera oportunidad que una definición de esta importancia tenía como teatro del acontecimiento un ring provinciano.

Tal como se esperaba, el match debió cumplir en su totalidad el trámite reglamentario de los doce asaltos. La falta de contundencia de los pugilistas se ratificó en su desarrollo. Pero en casi todos los rounds primó la habilidad y la velocidad de Prieto. Pese al buen standard técnico de Astorga, éste no pudo evitar que la mano izquierda de su retador llegara reiteradamente.

Los seis primeros rounds no hicieron otra cosa que reflejar el mejor trabajo del challenger. Con ese golpe bastante variado lograba acumular puntos con una ventaja clara y expresiva. Recién en el séptimo asalto, Astorga se jugó sus cartas. Con un accionar más decidido, moviéndose con soltura y seguridad, pretendió llegar al cuerpo de su rival y evitar así que Prieto siguiera manteniéndolo fuera de distancia, aprovechando su mayor alcance de brazos. Prieto mide 1,72 m. y Astorga, 1,62. Esta diferencia de estatura, la aprovechó muy bien Prieto para trabajar con la izquierda variada y segura. El campeón trató de cambiar el ritmo del combate, buscó algunas variantes pero se sorprendió con un hombre, que con ojos bien abiertos, encontraba el margen necesario para colocar sus manos e ir sumando punto tras punto, de manera que al término del combate, a nadie le cupo duda alguna que el título sudamericano cambiaba de manos.

Cuando el locutor oficial, anunció el veredicto de los jueces, la explosión no se hizo esperar. Fue un solo grito, el que estremeció todo el norte de nuestro territorio. PRIETO, IQUIQUE. PRIETO, IQUIQUE. Era retornar al pasado. A las jornadas de Godoy, “El Tani”, y otras grandes figuras del boxeo local. Era un pueblo agradecido y respetuoso de sus ídolos. Y lo manifestaron cantando y gritando. Fue una hermosa fiesta. Una jornada que recordaremos gratamente porque fuimos espectadores de una tremenda alegría, pero sin desbordes o excesos peligrosos. Aplaudieron y avivaron al suyo, pero respetaron al vencido. Al que perdía el título.

 

Escrito por: Sergio Brotfeld

En: “Revista Foto Sport”. N° 2. Año 1977, Semana 26 de abril al 2 de mayo. Página 11.