Fue corto y doloroso ese día. La noche larga y trágica. Los helicópteros rastreando con sus potentes faroles. La furia institucionalizada. Ráfagas en búsqueda de la utopía desarmada. ¿Dónde estarás Marcelino Lamas? La muerte pan de cada día. La ausencia se hace parte del paisaje diario. El sonido de los jeeps y de la bota militar se hacen cotidiano. Y sigo preguntando por los amigos ¿Estará bien el compañero Guata, la compañera Patricia, el Japito? Y el Freddy se habrá cortado la barba y el pelo?
Mi padre quema todo aquello que parezca subversivo. La imagen del Che arde en el patio y junto a él, los Beatles. Mi padre exclamó ante la mirada severa de mi madre: «Uno nunca sabe». Y se llevaron al Chamaco y le cortaron el pelo por marihuanero. Y así. Otros destaparon botellas de champagne, luego donaron sus anillos de boda y joyas para la reconstrucción nacional.
Esos días en el dial de las radios AM, Camilo Sesto cantaba «Algo de mi». La canción era interrumpida por los bandos militares que llamaban a hombres y mujeres a presentarse a la muerte.
Iquique 11 de septiembre de 2019