En Iquique, al igual que en toda Latinoamérica, se práctica el culto a las animitas. Es un culto a las personas que han muerto en forma trágica (atropellos, accidentes y asesinatos), y que se han transformado en agentes intermediarios entre el creyente y Dios. Sobre el lugar donde ha muerto, manos anónimas y generosas, levantan una pequeña capilla, encienden una vela, ponen una placa con el nombre y la fecha de la muerte. El resto, lo hace la comunidad que cada día lunes en forma sagrada acude a prenderles velas y a pedirle favores que, por lo general tienen que ver con salud y trabajo, las necesidades más apremiantes del pueblo.
En el Iquique antiguo, fue famosa “el ánima de la patita” en el desaparecido cementerio Nº 2. De igual modo lo sigue siendo la de Hermógenes San Martín, como también la de Olivares que está frente a la de aquél. En los años 90, la Kenita se convierte en una famosa milagrera.
El imaginario colectivo y popular de Iquique aún recuerda al anima de “la patita”. Incluso aún, la gente cuando se refiere a alguien que es bueno para cobrar lo que se le debe, dice “eres más cobrador que el ánima de la patita”, aludiendo con ello al ánima que se caracterizaba por cobrar los favores concedidos.
La gente recuerda que en el Cementerio Nº 2, donde está actualmente la población Jorge Inostrosa, había un cajón en el que el pie de un difunto se negaba a permanecer dentro del ataúd. Esta ánima tiene su origen en el siglo XIX.
Pareciera, sin embargo, que el “ánima de la patita” goza de una especie de “universalidad regional”. Nos explicamos. Al interior de Arica y cerca de Poconchile también existe un “ánima de la patita”. Igual sucede en la pampa. Según nos cuenta la señora Josefina Yugo Crist, en la pampa, entre Iris y La Granja, existe un cementerio donde está enterrada el “ánima de la patita”. Según ella, se trata de un niño que en cierta ocasión agredió a su madre pegándole, precisamente, un puntapié. Esta lo maldijo. Y cuando murió el joven, la maldición se hizo realidad: todo el cuerpo entraba en el cajón, menos el pie que se resistía, como repitiendo la insolencia. Fue tanto, que al cajón hubo de hacerle una especie de huevo, para que el pie pudiera ser cubierto. Doña Josefina recuerda que siendo profesora de la escuela de los Oblatos, muchas veces presenció verdaderas peregrinaciones al sitio donde está el ánima. Esto acontecía en los años sesenta.
En la actualidad la devoción popular parece concentrarse en la Kenita. Al igual que el anima de la patita fue canonizada por el pueblo. Sus milagros son la evidencia de una mentalidad que le atribuye capacidades sobrehumanas. Se le pide lo mismo que se pide en todas las peregrinaciones del norte grande, salud y trabajo.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 27 de febrero de 2011, página A-9