Los apologistas del progreso, los iluminados, los hijos bastardos de la razón, de esa cuyo sueño produce monstruos, según nos avisaba Goya, viven hoy,  precisamente hoy, 15 de julio, su día más oscuro. Mientras que otros, los cientos de hombres y mujeres y niños en plena pampa del Tamarugal,  con el sol a cuesta o el frío pegado a la piel, danzando y cantando, dan muestra del vigor de un espíritu religioso único que cumple casi un siglo de masivas peregrinaciones. El  fin de la supertición, que nos anunciaba los filósofos iluminados del siglo XVIII, aquí en el  norte grande no se escuchó. No matamos a Dios, porque leímos a Nietzsche   cuando advirtió: “pero pobres de aquellos… “.

La fiesta de La Tirana no se puede entender sin referirla al ciclo salitrero, aunque su culto data de siglos anteriores. No obstante, con la gran masa de enganchados que llegan a poblar la pampa y el puerto, alcanza la masividad con la que se hoy se le conoce. Lo singular de este movimiento social que demanda a la Virgen por salud, trabajo y dignidad, radica en que son peregrinos quienes también exigirán  al gobierno por mejoras en esta vida. Se podría decir que detrás de cada peregrino había un dirigente minero y viceversa. En las matanza obreras del siglo pasado, muchos murieron pronunciando el nombre de la China y clamando justicia.

Esta simbología, peregrino/dirigente es la que ha permitido ver al movimiento de obrero, como un estamento que no se contradice en su aspiraciones por adorar a su china y pretender construir una República Socialista de los Trabajadores. El sueño de Recabarren no se contradice con el sueño de la familia Rosales. Para el primero, anticlerical, por excelencia y por los tiempos en que vivió, esta situación era prácticamente inentendible. De hecho, en los años 70, el investigador Van Kessel, constata que cerca del 70 por ciento de los peregrinos, votó ese año por el Dr. Salvador Allende. De allí que la célebre frase de Marx, escrita en el siglo XIX, y refiriéndose a la religión de la Europa, la religión opio del pueblo, pueda transformarse en apio del pueblo. Aún recuerdo el rostro de aquellos socialistas que en julio del 73, vieron llegar a una reunión del partido, a un militante vestido de piel roja. Para los Rosales, no hay contradicción. Son marxistas del Carmen.

Esta ética de los bailes religiosos, permite entender mejor su compromiso con la sociedad, con sus organizaciones. Aunque son celosos en mantener delimitada su autonomía. Al baile lo que es del baile, parecen decir.  Y sospechan tanto de la mirada folklórica como la de otras reducciones de la que pueden ser objeto.

La fiesta de La Tirana, en pleno siglo XXI, en una sociedad globalizada y con aspiraciones a la modernidad, representa no una apuesta romántica por quedarse en el pasado. Al contrario, nos habla de una necesidad que ni el mercado ni sus malles, pueden satisfacer. Es la búsqueda de sentido, en  medio de una sociedad que  otorga  ciudadanía vía tarjeta de crédito y que  vigila y castiga el abandono de  obligaciones. De la Dina pasamos a ser penalizados  por Dicom.

A esta hora exactamente, cientos de bailes se dirigen a la plaza a preparase para los buenos días. Una oración colectiva,  sencilla, pero potente  pieza teológica, nos recordará que en el desierto la vida florece:  “Buenos días tengas, madre/ hija del eterno padre/entre todas más hermosa/ nuestra madre poderosa“.