El peso que tiene en el imaginario nacionalista Arturo Prat es evidente. En Iquique no hay tumba al soldado desconocido, pero si al marinero desconocido. Casi mirando al lugar donde se hundió la Esmeralda, en la década de los 80, se levantó un monumento para homenajear al marinero anónimo que murió por la patria.
En el Cementerio Nº1, hay un mausoleo que recuerda a los veteranos del 79. Descuidado, carece de protección y de limpieza. El monumento a Prat levantado en el 1910, en el paseo que alguna vez se llamó Balmaceda, en la costa, goza de mejor salud. Frente a él, en mayo, prácticamente todo Iquique se rinde a sus pies. El nacionalismo en Iquique se levanta sobre el holocausto de Prat.
Muchos de los combatientes de la guerra del Pacífico, una vez finalizada se quedaron en el puerto y en la pampa. Muchos de ellos, en el 1907, murieron en la matanza de la Escuela Santa María. Los que sobrevivieron a estos dos hechos de sangre fundaron la Sociedad de Veteranos del 79, compraron un local donde en la actualidad, el teatro Expresión de la Universidad Arturo Prat, lo habilitó para exhibir sus obras.
Las calles de Iquique se bautizaron con los nombres de los caídos durante la guerra que nos enfrentó con Perú y Bolivia. No sólo habían almirantes, capitanes o sargentos, también grumetes como Manuel Concha o Luciano Bolados. En la península de Cavancha el nombre de una calle recuerda a Filomena Valenzuela.
Pero en tierras como las del norte grande, tierras conquistadas, hay también otros héroes. Estos, no conquistaron territorios, pero si honras y prestigio. Por ejemplo, los héroes deportivos carecen de su altar. No hay calles ni avenidas que lleven el nombre del Tani Loayza, por solo nombrar a uno. El predominio nacionalista, administrado desde la capital, copó el nombre de las calles. Y como ya se ha dicho, son nombres todos de hombres, con la excepción ya anotada.
Cada nación necesita en forma imperiosa construir modelos ejemplares de conducta. Y éstos han de surgir de la adversidad. Para el ritual nacionalista, la guerra es el mejor campo para ello. El norte grande, como zona de conquista de ocupación, ha servido para esos objetivos. De allí que el sacrificio de Prat sea tan coherente para dichos objetivos. Pero no pasa lo mismo, por ejemplo, con Eleuterio Ramírez, quien en parecidas condiciones, pero en el poblado de Tarapacá, y bajo un pésimo diseño estratégico de la guerra, muere en desiguales condiciones. La batalla de Tarapacá no alcanzó las dimensiones épicas que si tuvo el 21 de mayo.
Pero volvamos a los otros héroes, a aquellos que defendiendo los colores del puerto, lograron derrotar al centralismo en su propia casa. Los boxeadores, los que redactaron la consigna “Iquique, tierra de Campeones”, y no sólo los Loayza, los Godoy, los Prietos o los Gárate, por sólo nombrar a los destacados, sino que lo otros, los que se subieron al cuadrilátero, pero que no les dio el ancho, merecen un monumento, la del boxeador desconocido. ¡Fuera los seconds!