El Colorado, barrio histórico de Iquique, ha sido testigo de buena parte de la historia industrial y proletaria de nuestra desmemoriada ciudad. Sus habitantes confinados en los márgenes por el norte, a fines del siglo XIX, vivieron la pobreza y la estigmatización por parte de la elite radicada, en ese entonces en la calle Baquedano. Por sus pasajes, los obreros ilustrados, distribuían, a comienzos del siglo XX, El Despertar de los Trabajadores, escondían parte de la imprenta, cada vez que los poderosos lo trataban de acallar.

El Colorado ha sido zona de sacrificio. El boom pesquero liquidó su hermosa playa, antes fue el basural y cementerio del que poco se sabe, convivió con sus habitantes. La novela “La luz viene del mar” de Nicomedes Guzmán describe muy bien a este barrio en los tiempos del salitre.

Hasta los años 60 del siglo pasado, el balneario fue el lugar de encuentro de los que vivíamos en el sector norte. Barrio además de ferroviarios, de mujeres organizadas en torno a las actividades de las pesqueras, otras en torno a la iglesia San Gerardo y a sus bailes religiosos. Un tejido social que se complementaba además con los clubes de comienzos de siglo XX. Mi abuelo José Guerrero Álvarez, maquinista serio y de ojos claros, bajaba de la pampa y tocaba el pito anunciando su llegada con su cargamento de carbón y de salitre. En otra esquina, Octavio Villarroel Coca, maestro de la Centenario, motivador y comprometido con ese 4 de septiembre de 1970. Germán Carrera, coleccionista de la revista Estadio, me honró con su amistad. Pescadores y poetas como Ayala y Monse Rivera, e historiadores como Pato Rivera, reimaginan el barrio que vio nacer a La Cruz.

Hoy se lucha por recuperar esa hermosa playa la que presenció el combate naval de ese lejano 21 de mayo. Todavía quedan restos de esos muelles, mudos testigos de esos días que no volverán. Un abrazo Hugo Riquelme y René Pulgar.

Publicado en La Estrella de Iquique el 4 se septiembre de 2022, página 11.