Se ha puesto de moda celebrar el día de. Y los hay para todos los gustos. El más central, es sin duda alguna, el Día de la Madre. Otros menos emblemáticos luchan por subsistir, como por ejemplo, el del Padre. No se si existe el del suboficial mayor o el del soldador desconocido. No confundir con el del soldado desconocido. Esta semana hay que celebrar el del libro. Y hay que hacerlo como sentecia el lugar común tal cual Dios manda.

Nadie ha especificado si ese día se celebra al libro bueno o incluye todos los tipo: los malos, los lateros, los pretenciosos, los irrelevantes, los modestos. No todo libro es, por si, un libro bueno. Lo cierto es que para un buen lector hay que leer de todo. Es la única manera de saber cuando uno es bueno y cuando no. Cada vez que alguien recomienda un libro hay que preguntarle inmediatamente cuantos ha devorado. La cantidad da una señal acerca de la calidad. Es el único medio de poder comparar.

En estos tiempos parece que se nos indica que mientras más se vende un libro es mejor. Y eso no es tan así. No hay que olvidar que detrás de un título recién aparecido hay una editorial. Y a ésta le interesa vender. La prensa suele ser un buen aliado para estos propósitos. La lista de los libros más vendidos no siempre refleja la calidad de los mismos. Hay gente que no ha podido terminar El Código da Vinci, y no porque el Vaticano lo haya prohibido, sino porque simplemente es malo. A la María Luisa Bombal se la seguirá leyendo aunque no sea best seller.

En Iquique la situación de libro no es para tener su propio día. Se publica poco y por lo general por la vía de la autoedición. Se extraña la imprenta de Rafael Bini que a principios de siglo XX, editaba libros en esta ciudad que vivía gracias al salitre. Hoy, Ediciones Campvs de la Universidad Arturo Prat y el Jote Errante tratan de imitarlo. Más que el día del libro hay que trabajar por que el resto de nuestras vidas sea del libro. La semana que pasó fui invitado a hablar de este tema al colegio William Taylor de Alto Hospicio. A las tres de la tarde -la hora de la siesta- habían once muchachos y muchachos, un team como se decía en los viejos tiempos- acompañados de tres profesores, que querían saber del oficio de escribir. Ojalá que algunos de ellos tome seriamente ese trabajo tan motivante como angustiante.

!Pichonea! un amigo del barrio Matadero me pidió que le regalara unos libros. Se los mandé con mi tía Yiya. A mis amigos que tienen sueldos no se los regalo. Deben comprarlos. Comprar es una buena forma de adherirse a ese día. En esta ciudad hay buenas librerías. A lo mejor no tan surtidas, pero se encuentran cosas interesantes. La celebración de este día será plena cuando no haya IVA. Pero eso es pedir demasiado. Hay que seguir leyendo en silencio, o con bulla, pero leer. Leer no es dañino para salud. Se deben mantener al alcance de los niños.