Al ciudadano iquiqueño, nacido en la Plaza Arica, que por propia iniciativa decidió tapar unos cuantos hoyos de la ciudad, habría que procesarlo por usurpación de funciones. En efecto, no es posible que una persona que paga puntualmente sus impuestos realice una labor que le corresponde al Estado y a sus múltiples aparatos. Si imitáramos la acción de Ricardo Cordero, tendríamos que disolver esa institución, ya que no haría falta. Cada cual enseñaría (reemplazando a la escuela) administraría justicia, etc. Nota al margen, Oscar Wilde afirmó que su proceso de educación terminó cuando ingresó a la escuela.
Entiendo el malestar de mi amigo Cordero, no se puede transitar por las calles tratando de hacerle el quite no sólo a las palomas (antes eran perros) sino que también a los llamados “eventos”. Pero, esa labor le corresponde a las autoridades, ya que nuestros impuestos, que no son bajos, van para esos efectos y otros más. Una de las labores del Estado es garantizar la vida. Y caminar en forma segura por nuestras avenidas debe serlo también.
Lo que hizo Cordero es digno de merecimiento. El, con sus propios recursos, ha subsidiado al Estado. Otros empresarios han hecho lo mismo pero sin prensa. Si uno observa la contabilidad ese conglomerado que se llama clase media, verá que la salud, la educación y la previsión corren por cuenta propia. Lo mínimo que debería hacerse es que las autoridades competentes garanticen el no tropezarse en la calles, ya sea por las veredas malas o bien por hacerle una finta al carrito del vendedor ambulante. Las calles que aun no se privatizan, es la esfera pública donde nos encontramos. Y deben ser no sólo seguras, sino que también bellas.
Lo de Cordero, hay que extrapolarlo al polo opuesto. ¿Qué pasaría si los ciudadanos decidieran tomar la justicia por mano propia? Serían condenados ya que es función del Estado garantizar la justicia para todos. Pero, cuentos aparte, el ejemplo de Cordero es para imitarlo. Falta la voz de los ciudadanos. Por ejemplo, la cantidad de vehículos abandonados en la Villa Puchuldiza, por sólo nombrar un colectivo que en los años 80 tuvo su esplendor, que afean ese lugar, sería distinto si los “puchuldizas” se organizaran y votaran esos restos made in cualquiera parte, que no sólo afean, sino que atentan contra la estética y salud de ese sector. La ciudadanía no tiene voz, Cordero nos los recordó con ese acto práctico y simbólico a la vez, que podemos mejorar las condiciones de vida. Pero la ciudadanía es una expresión colectiva. Los barrios deberían organizarse para mejorar sus condiciones de vida.
Muchos corderos necesita esta ciudad, pero sin perder de vista que la labor de ese ente, que tan bien describió el sociólogo alemán Weber, debe cumplir con su rol. Los clubes deportivos de los barrios lo hacen desde que fueron fundados. Pero me temo que en esta ciudad hay más lobos que corderos.
Publicado en La Estrella de Iquiquem el 7 de octubre de 20017, página A-9