En un recorrido con los estudiantes de Sociología de la Unap visitamos, creo que en el año 2007, al finao González. Su templo estaba clausurado. Los vecinos comentaban que se había convertido en un lugar de albergue para un ruquero. Hoy se ha recuperado su presencia. Ya no estará la casita de metro y medio de ancho por uno de largo, pero si una placa recordatoria.

El día 28 de julio de 1916, en plena pampa iquiqueña, concretamente en la intersección de las calles Primera Sur, hoy Tomas Bonilla y 12 de Febrero, vecinos iquiqueños encontraron el cuerpo quemado, del que más tarde una comadre reconocería como el de Humberto González, de 25 años.

La ciudad se conmocionó ante tan macabro hallazgo. El cuerpo quemado según testimonian las fotografías de la época, hablan por sí solas. El juez Toledo se hizo cargo de la causa, y en un tiempo récord dio con el asesino.

Humberto González era casado, tenía una hija y al momento de su deceso esperaba su segundo hijo. Las pesquisas dieron resultados a la brevedad. El inculpado era un hombre acaudalado y la víctima, su empleado.

El hecho fue motivado por las relaciones amorosas existentes entre González y la hija de su patrón. Descubiertos ambos, el primero es golpeado con un garrote en la cabeza, y creyéndolo muerto, lo tapan con sacos de afrecho, lo amarran, toman dos botellas de parafina y lo suben a una carreta llamada “La Conciencia” y se dirigen rumbo al sur. Al este de la quinta “Chanteclair”, en lo que hoy están las calles ya mencionadas, bajan a González, lo rocían con parafina y lo queman.

Esta historia se puede leer en una colección sobre grandes crímenes en Chile. El de gonzalito se conoce como el crimen de La Hacienda, en alusión al negocio del comerciante local. La condena al asesino fue prohibirle salir de Iquique. Humberto González, fue sepultado en noviembre de 1916, en el cementerio No 3, en el nicho número 230. Ciento y un año han pasado de ese crimen. Gonzalito se transformó en milagroso.

Publicado el 11 de junio de 2017, página 15