El pasado ese tiempo que según dice ya no volverá, siempre está presente. Nunca el pasado nos abandona. Siempre se las arregla para hacernos algún guiño. El problema es de aquellos que viven en el pasado. En esa zona de confort donde la nostalgia se enseñorea. De allí la expresión «Todo tiempo pasado fue mejor». En Iquique el pasado goza de buena salud. Anida en la memoria de aquellos que hacen de la pitita para abrir la puerta, el mandamiento por excelencia de una ciudad en la que todos éramos, presuntamente felices.

Pero hay que vivir el Iquique de ahora. No hay remedio es así, aunque resulta ajeno e inhóspito. Se extraña la ciudad de los años 40 a los 60, la de las bandera negras. La de las prospecciones en búsqueda de petróleo y de la fabrica de cenizas de soda. La que le faltaba agua potable y le sobraban canciones que nos retrataban como colectivo («No has estado en Cavancha, por ejemplo). Ese Iquique, con Arturo Godoy en la cima, el de los campeones de Chile en fútbol y en básquetbol. La década de los 40, tal vez la más brillante del deporte iquiqueño, es la que se ha convertido en objeto de nostalgia. Y la nostalgia no es nada más que aquel sentimiento que te hace añorar lo que se perdió. Esa ciudad la perdimos en un largo proceso que comienza el 11 de septiembre, convive con el tráfico y consumo de drogas, sobre todo de pasta basa de cocaína. La de las inmobiliarias que sin plano regulador hacen su agosto todo el año. No nos queda ni el mínimo derecho a réplica. Por ahí, en la plaza Arica, en el Morro y en la Caupolicán, a distintos ritmos, se trata de reconstruir las confianzas comunitarias. El viejo iquiqueño, se privatizó. Se encerró en su casa. No va a ver el básquetbol (no es el mismo de antes, afirman), ni paga cuotas en su club. Les queda el ¿te acordaí?. De alguna manera abandonaron la ciudad y se exiliaron en el barrio de la nostalgia. Mal síntoma.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 11 de marzo de 2018, página 15