No había barrio en la ciudad que no tuviera una escuela pagada. Para nosotros era pagá. Eran señoras que alternaban los oficios del hogar con la enseñanza básica que nos preparaba para entrar, a la escuela primaria. Señoras serias, que nos enseñaban a hacer palotes.
La Señorita Mariante, a punta de rigor y con el rostro ajado por los años, nos enseñó que los puntos cardinales son cuatro y que la letra hache es muda, nunca nos dijo, porqué y dónde eso ocurrió: si fue falla de origen o bien producto de un accidente. Años más tarde un amigo para hablar y esuchar del barrio, llamado David, nos enseñó, entonces la palabra tolerancia. Esta habitaba los diccionarios y no la calle y que era posible hablar con un hombre como él. ¿Qué apellido tenía la Mariante? Y ¿Cuál era el nombre de la Popi su hermana menor?
Allí sobre una mesa llena de acelgas y de porotos verdes, y con una olla hirviendo, aprendimos el sonido de las letras, valoramos la bondad de las sumas y el egoísmo de las restas. Sobre una panera de baquelita, los panes se multiplicaban y el hambre se dividía.
Era una casa vieja ubicada en la calle Esmeralda, entre Errázuriz y 18 de Septiembre. Un pasillo nos conducía al comedor. Antes había una pieza misteriosa. Siempre con llave, encerraba el misterio. Solo, castigado por no haber hecho nada, como si fuera culpa de él haber nacido diferente, Joselito conversaba con la oscuridad. Era también un recurso pedagógico, una amenaza sobre aquellos que nos lográbamos distinguir entre una esdrújula y una aguda. A Joselito nunca lo vimos. Con el tiempo las reglas de acentuación se nos hicieron legibles. El olor a la cazuela y el pito de las onces nos devolvía a la casa.
La Mariante nos hizo amigo del lápiz grafito y de la goma. Aprendimos mientras ella cocía las papas y pelaba zanahorias. Las vocales parecían saltar. Mis primeras lecturas habrán sido la revista Estadio, el Tarapacá, En Viaje, Tarzán y obviamente El Siglo que mi abuelo leía con una religiosa actitud.
Publicado en La Estrella de Iquique el 26 de junio de 2022, página 11.