ESTADIO MANUEL CASTRO RAMOS

 

La historia de Iquique es también la historia de la perdida de sus recintos deportivos. Y no sólo eso, sino que también de   la centralidad que tenían en la ciudad. La Casa del Deportista, por ejemplo, ubicada en Tarapacá con Vívar, nos señalaba la importancia que poseía el deporte para los iquiqueños. Su construcción no fue tarea nada fácil (nada ha sido fácil para este puerto). Casi demoró dos décadas en construirse. Llevó el nombre de un gran dirigente que casi nadie recuerda: Guillermo Valenzuela Koster. El boxeo, el básquetbol, el voleyball, las mañanas criollas, entre otras actividades concentraba a una población que encontró desde comienzos del siglo XX, en el deporte, un puente de integración social. Fue vendida a un tienda y una nueva fue construida en el sector sur.

A fines de los años 50 se demolió la cancha del Manuel Castro Ramos ubicada en lo que hoy es el edificio Atalaya en el parque que alguna vez se llamó Balmaceda. El año 43, en el nacional de básquetbol que Iquique había ganado el año 41 y 42, en Talca y Linares, se vivió la tragedia que don Pampa relata como si fuera el holocausto de La Esmeralda. Valparaíso con dos iquiqueños en cancha nos vence por un punto de diferencia. No pudimos ser tricampeones. Sobre sus ruinas se construyó un parque llamado del salitre y luego el Délfico, una belleza de cine al aire libre. En los 80, corre la misma suerte de la Casa del Deportista. Ambos recintos de espacios públicos se convierten en espacios privados. Desapareció la cancha del Iquitados, la del puerto, la del Telecomunicaciones, del Dolores por sólo nombrar las más afamadas. De norte a sur, la cartografía deportiva era generosa. Sin esos lugares nuestra fama de tierra de campeones, no habría prosperado.

La cancha de la San Carlos con el palo poste incluido albergó al fútbol del barrio, a los encuentros entre solteros y casados. Entonces el deporte, lo repito, tenía una majestuosa presencia. Sus estadios, canchas y gimnasios demostraban que la ciudad no se podía entender sin éstos. En el 1930, nos ponemos los pantalones largos, y se inaugura el estadio de Cavancha. Como lo tenemos hoy, habla mal, muy mal de nosotros.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 17 de mayo de 2015, página 15