El uso de estandartes para expresar a que grupo social se pertenece, es algo que viene de la Edad Media. En esa época, los militares usaban esos atuendos para identificarse entre si, sobre todo después de la batalla. En el norte grande de Chile, su uso se masificó por la llamada “era del salitre”. Los obreros que marcharon en el 1907 por las calles de Iquique portaban varios. No sabemos si en la huelga del 1890 los habían. Sea como sea, el estandarte es una especie de carné de identidad que los colectivos sociales utilizan para expresar su identidad.

Y aparecen en los momentos especiales de la vida. Y uno de ellos, es la muerte. Las sociedades mutualistas de fines de siglo XIX y comienzos del XX lo usaron ya sea en sus ceremonias de aniversario, o bien, en la despedida de unos de sus socios.  El uso de los estandartes se masificó a los clubes deportivos y luego a los bailes religiosos.

Para el observador atento, los estandartes son una buena forma de saber que grupo social representa. Cada uno de ellos, posee bastante información: el nombre de la organización y la fecha de su fundación. Además, de la estética que la engloba, los símbolos que se utilizan y, lo colores que los ornamentan, nos permiten saber más acerca de su concepción de la belleza. En fin…

Cada uno de los bailes religiosos posee un estandarte. Ellos son, como ya se dijo, una buena fuente de información. Podemos saber la fecha de su fundación, el barrio o la localidad que representan (de Alianza o de El Colorado).  Además que en ellos se expresa y desarrolla una rica y variada imaginería, profundamente religiosa y popular. Los colores, las figuras, el trenzado de los hilos, los flecos, entre otros elementos, nos hablan de una estética que por definición, instala un arco iris en el pueblo de La Tirana. Los hay de varios tipos en sus tamaños, cuadrados, rectangulares y en forma de rombo. Etelvina Miranda, del baile Gitano, me dice que se mandan a hacer a Bolivia. Son hasta 69% más barato. “Y se demoran, menos” agrega.  El portaestandarte es una persona especial. El del baile Chino, don Sergio Salinas, lleva más de 30 años llevándolo.

Por su parte los clubes deportivos, a juzgar por las fotos de la época, lo usaban de un modo preferencial. Cada uno tenía el suyo. Habían unos más humildes que otros. El de Yungay o el de La Cruz, quizás eran menos elegante que el de la Academia o Jorge V, pero representaba muy bien el ánimo y el espíritu de sus asociados.

Frente a la virgen, la bandera o el ataúd, se inclina tres veces en señal de respeto. El estandarte es el símbolo, el que resume lo que somos y lo que queremos representar. A través suyo, nos damos a conocer. Son nuestras señas de identidad expresadas en forma pública. Son como los himnos y las placas pegadas en el frontis de la institución.  Son como aquellas placas de bronce puesta en nuestras casas que  decían quienes éramos.

Cuando se observan fotografías de esas concentraciones en la Plaza Condell, por allá en los 60 al 70, es posible observar las decenas de estandartes que animaban esos actos. Quien se hacía cargo de él, debía también preocuparse de guardarlo en un lugar seguro. Un especie de trapo santo. Y lo es, por que es importante. Tal cual es nuestro carné de identidad.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 27 de julio de 2008