Las palabras marcan época. Y así como llegan se nos van. Quedan eso si, en la memoria y en algunos casos, imprentadas en algún libro o periódico. O bien en alguna película antigua en la que se pronuncian aquellas palabras que nuestros antepasados usaban con frecuencia y a veces buena dicción. Sin ir más lejos Libertad Lamarque hablaba igual que nuestra abuela o tía mayor.
Nuestra habla nortina marcada fuertemente por la explotación del salitre inventó su argot. No sólo en lo que se refiere a los procesos productivos, sino que también a la vida cotidiana. Mario Bahamonde les llamó voces nortinas. Y cuanta razón tenía el taltalino. La lectura de la novela y cuento salitrero o pampino, nos enseña aquellas palabras que crecieron como rosas en el desierto florido: caletre, jora, moledera, coleto.
Algunas de esas palabras venidas con el español y mezclada con otras, y con las de acá. Alcancé a escuchar y tal vez a usar la palabra fruncir y conjugada a través “que se te frunce”. Se podía traducir como que deseas. Hoy sería casi imposible retomar esa palabra que suena distinta a deseo. ¿Te frunce un arroz chaufa?. Hoy, fruncido es casi sinónimo de delicado.
Otras ya se perdieron en el olvido como los krumiros, pero no así los rompe huelga. Huelga que fracasaba era por obra y gracias de los krumiros. Eran los que aportillaban la paralización según lo expresa Luis González Zenteno en su novela “Caliche” del año 1954. Muerto el longino desaparecen con él, los tiznados.
Son palabras que embellecieron aun más nuestros hermosos paisajes. Los nombraron y le dieron vida aunque señalaran la muerte como empamparse, por ejemplo. Esa forma de morir equivalente a un naufragio en alta mar. A la pampa se le respeta. Quien no la conoce cae fácilmente en el idilio fácil y se deja engatusar. Los puntos cardinales se alteran y los sonidos de los rieles parecen cercanos. Perdido parece que la muerte, en forma de jote, le pregunta ¿Qué se le frunce?
Publicado en La Estrella de Iquique el 24 de abril de 2022, página 11.
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