Cada cierto tiempo la clase política de este país le baja un pudor que, por decirlo de alguna manera, llama la atención. Esta vez la campana le sonó a dos diputados. Habló por cierto de otro intento más de prohibir el box. Hace algunos años atrás, un diputado de la zona había propuesto lo mismo. Felizmente no prosperó.
Julio Córtazar, amante del jazz y del box, afirmó que ambas manifestaciones eran improvisaciones reguladas. En otras palabras, espacios acotados por fronteras, pero en cuyo interior sus ejecutantes pueden realizar improvisaciones. Deben haber otros parecidos entre el deporte de los puños con ese tipo de música.
Al box hay que mirarlo de otra perspectiva. Una, es la estrictamente deportiva. Conversando con nuestro gran Eduardo “Maravilla” Prieto, me decía que el deporte del Tani, de Godoy, de Alí y de tantos otros, es un arte de la defensa. Es una disciplina, como la de todos los deportes, que implica una combinación de fuerza y de estilo. Y por cierto, y al igual que toda la actividad física debe estar reglamentada y protegida. En sus inicios el box carecía de todo tipo de regulación. Lo mismo sucedió con el fútbol en sus orígenes.
Hay que ver también al box como una actividad inscrita en lo que se ha dado por llamar estrategia de subsistencia. Es la única posibilidad que tienen algunos pobres, al igual que el fútbol, de poder abandonar el circulo vicioso de la marginalidad. A lo mejor más que prohibir el box, habría que prohibir la pobreza. Prohibir el box, es atacar la enfermedad por sus síntomas. Y siendo un parlamentario que promueve esa iniciativa de profesión médico, es decir, experto en enfermedades, me llama la atención que cure un mal, ateniéndose sólo a sus síntomas.
La historia del box está llena de grandes boxeadores que provenían de la pobreza más extrema. Para el caso nuestro el Tani y Arturo Godoy, fueron un ejemplo. Ambos llevaron una vida disciplinada y murieron de viejos, orgullosos de sus logros.
Lo que le falta al box es darle más prestigio y apoyo institucional. Y de allí como consecuencia natural, se produce la regulación. Al box hay que dignificarlo. Porque además de lo anterior, el joven que practica el box, es un joven que tiene menos posibilidades de delinquir. Hay boxeadores que han delinquido, pero hay también futbolistas, tenistas, beisbolistas, que también lo han hecho.
Prohibir sólo produce el efecto contrario. La ley seca de los Estados Unidos, es un ejemplo de ello. Pero prohibir es fácil, más complejo es diseñar una política deportiva que regule y dignifique esa actividad. Prohibir el box, es atacar a los humildes una vez más.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de agosto de 2004.