Por mucho tiempo, el pensamiento encontró en la imprenta la forma de ser comunicado. Fue una verdadera revolución el ver como, y casi por arte de magia, la palabra aparecía sobre hojas en blanco, transportando ideas y sentimientos. No alcanzamos a dimensionar el impacto que tuvo este invento en la vida cotidiana, ya que nacimos con el libro o la palabra escrita.
La historia del libro, es la historia de la imprenta. Las ideas para su diseminación encontraron en esta herramienta el modo de ser socializada. Todo grupo que desee imponer su pensamiento sobre otro, debía contar con imprentas. En términos actuales, la televisión o la internet, parecen reemplazar al invento de Gutemberg.
En el Iquique de fines del siglo XIX y comienzos del XX, la imprenta fue una herramienta poderosa. Los grupos dominantes al fundar la prensa debían contar con esa tecnología. Y tuvieron muchas. Las decenas de periódicos que hubo en la zona así lo demuestran. “La Patria”, por sólo nombrar uno, ayudaba a crear un sentido común proclive a las ideas dominantes de la época; aquellas que decían, por ejemplo, que los pobres eran flojos y borrachos. Por ello, los grupos populares, al fundar sus propios periódicos debían contar también con imprentas. La manera de hacer callar la voz del pueblo, era mediante la quema o asalto de aquellos lugares donde se hacía la publicación. “El Despertar de los Trabajadores” fundado por Luis Emilio Recabarren, sufrió muchas veces la destrucción.
Cuando se lee la novela “Tarapacá” de Juanito Zola editada el año 1903, uno puede imaginar como en la calle Serrano, cerca del puerto, los tipógrafos con una paciencia única, hilvanaban las frases que Osvaldo López y Nicanor Polo, había escrito en papel. De allí que en la versión original y en la actual (2006) conservamos mucho de los “ripios”, para de ese modo, mantener el espíritu de la novela.
La prensa obrera, desarrolló toda una tecnología para hacerse de imprentas. Tuvo la capacidad de trasladarla a lugares clandestinos cada vez que la policía allanaba sus humildes locales. Imagino que debían ser rápidas de desmontar y de ocultar.
La imprenta fue el instrumento que todos usaron para imponer sus puntos de vistas. La iglesia Católica tuvo que crear la publicación “La Luz” para enfrentar el anticlericalismo de la época, lo mismo hicieron los masones a través de una revista que expresa el sentir de las universidades populares.
Ahora que se nos viene el año 2007 y con ello la conmemoración de los cien años de la matanza de la Escuela Santa María, conviene reparar en el rol que las imprentas cumplieron. Y simbolizar, en el obrero tipógrafo, al hombre ilustrado que trabajando de día y de noche, en la clandestinidad o en la legalidad, lograba sacar el periódico o el libro como “Tarapacá” que denunciaba la riqueza de unos pocos y la pobreza de la mayoría.