«En 1896, al referirse a Iquique, un viajero francés, André Bellessort, consigna en su libro La Jeune Amérique: “ Las Calles, muy espaciosas, alcanzan la misma anchura que los bulevares de París, de modo que el fuego no puede comunicarse de un frente a otro. Sus casas, casi todas de madera, tienen aires de coquetería en los mejores barrios. Sus colores frescos halagan los ojos; sus balcones-varandas y sus pequeñas columnatas les dan la apariencia de templos de ópera…”

Escribe Roberto Montandón.