Los de esta tierra nos damos mañas, casi por necesidad, de decirle a quien quiera saberlo que somos de Iquique. Es como si nos pidieran carné de identidad cada vez que salimos de este terruño que nos amarra y nos atrapa. E incluso dentro de la misma ciudad, lo demostramos con ese conjunto de señas que nos denuncia.

Cuando no había universidad en el puerto de madera, y había que emigrar a Concepción, Santiago, luego a Arica o Antofagasta, arriba del longino nos íbamos a descubrir otro mundo y oyendo la voz de la tribu nos agrupábamos aun sin conocernos, pero algo tenemos que nos reconocemos de inmediato.

Un gran grupo de iquiqueños se fueron a estudiar a Concepción. Aguantaron el frío y la lluvia, la ausencia de cerros pelados y el sonido de las olas de playa Brava. Y fundaron el Ciuc. ¿Pregunté el qué? Centro de Iquiqueños de la Universidad de Concepción. Un grupo de amigos que esparcían sus conocimientos a los iquiqueños novatos que poco sabían de ciencias exactas. Toda vez que le ayudaban a buscar alojamiento. Las vacaciones de invierno y de verano eran, por cierto, las más esperadas.

El exilio de los nuestros fue el más duro. Extrañaban a la patria grande y a la patria chica. Un doble exilio. Pero cada 16 de julio, no se olvidaban de la China.

Cuando van a la capital del reyno, ansían encontrase con los nuestros. Se miran, se abrazan. En los tiempos de oro del deporte, el Caupolicán o el Nataniel, eran los lugares donde se hacían sentir nuestro aliento, sobre todo si en el ring estaban los Loayza. A la hora del médico, en la ficha nuestra quisiéramos que apareciera el nombre de la ciudad, el barrio, el club deportivo, el baile religioso o la Oficina Salitrera.

Internado en un hospital santiaguino, el loquito Erlich, veía como los médicos jóvenes observaban casi con desgano su expediente médico. Uno de los tantos, la miró con detención. Y preguntó si era el arquero de Iquique. El galeno, le dice “mi padre me llevaba todos los domingos al estadio a verlo jugar a usted”. A partir de ese momento el Loquito fue tratado como corresponde, como un grande.

Publicado en La Estrella de Iquique el 25 de febrero de 2024.