No era Iván el Terrible como el príncipe de Moscú y de Rusia y conocido como el primer Zar de ese inmenso país. Para sus amigos era Ivancito, sobre todo para su hermano y su madre Berta que nos acaba de dejar hace unos meses atrás.

Escribo sobre Iván Pereira Palomo, que nos acaba de abandonar dejándonos solo en esta inmensa cancha que es la vida. Lo suyo era la calle y las canchas. Dos espacios públicos donde se jugaba, literalmente, la vida. Amigo de Bielsa, nos hablaba del genio nacido en Rosario y que se enamoró de Chile. Ivancito, era un gestor deportivo, una especie de Mandrake que se desvivía por los colores de su Iquique querido.

Fue en la jerga sociológica mi informante estratégico. Duda que tenía sobre el tenis de mesa, había que preguntarle a él. Y que decir de Deportes Iquique. Le brillaban sus ojos cuando hablaba del chanchito Ramos, entre otros. Ni que hablar de las divisiones menores al que apostaba con todo. Se nos fue con miles de anécdotas que no alcanzó a desclasificar. “Secretos de camarín” me decía en voz baja, evitando que alguien escuchara.

A los Pereira/Palomo los conocí en la calle Bolívar. Allí doña Berta me agasajó con un té a las 16.00 cuando en los 80 nadie daba un peso por un sociólogo. Igual que su marido y su otro hijo Hernán, fotógrafo y profe de inglés. Iván, más pequeño, iba descubriendo los secretos de la Tierra de Campeones. Y lo hizo desde la misma plaza Arica.

De vez en cuando y con la pandemia casi controlada, lo encontraba en la calle Baquedano. Tenía el orgullo que nunca disimuló con su hija escritora. Uno se pregunta ¿cuando se casó se habrá hecho socio del Rápido? Los Torrico, ya sabemos, tiran como yunta de bueyes.

Nadie fue tan feliz como Ivancito con los triunfos de la roja. El fútbol era su dogma, su teología y por lo mismo andará ya armando la celeste de los que ya no están.

Publicado en La Estrella de Iquique el 6 de noviembre de 2022, página 11.